No tenemos que refundar el capitalismo,
tenemos que refundar al hombre,
porque ya no podemos eludir la respuesta
a la pregunta que Jesús nos hizo:
«¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero
a precio de su vida?» (Mt. 16, 26).
Podemos dar todos los rodeos que queramos. Podemos seguir diciendo que tenemos un problema ecológico grave, que sigue creciendo la desigualdad y el hambre en el mundo, que han fallado los mecanismos de control del sistema financiero…, podemos seguir diciendo todo esto y muchas cosas más, pero va siendo hora de que llamemos a las cosas por su nombre:
No tenemos un problema ecológico, tenemos un problema con el hombre que se está cargando la naturaleza. No sigue creciendo la desigualdad y el hambre, estamos provocando que cada día haya más personas que mueren de hambre. No han fallado los mecanismos de control del sistema financiero, hay una pandilla de sinvergüenzas y corruptos que se han lucrado permitiendo el robo a mano armada que sufrimos la humanidad.
Hace ya muchos, muchos años, la ONU tomó el acuerdo de que todos los países dedicaran el 0,7% de su producto interior bruto para ayudar a los países pobres. Hoy, cuando estamos en el tramo final del año 2008, todavía no se ha cumplido, y los niños y mayores siguen muriendo de hambre y vergüenza.
Sin embargo, con lo que han gastado en unos días, sólo en unos días, los gobiernos de la Unión Europea y el gobierno de los Estados Unidos en sanear la Banca habría dinero suficiente para erradicar el hambre en el mundo durante cincuenta años. ¿Cómo aceptamos esto? Por una sencilla razón, porque el hombre ha perdido la vergüenza.
Vivimos en una situación de «irresponsabilidad colectiva». Todos nos quejamos de todo pero nadie se siente responsable de nada. Pedimos a gobiernos y políticos que eliminen la pobreza, pero que no suban los impuestos ni pongan a los pobres cerca de nuestras casas. Pedimos a las familias que tengan hijos, que los eduquen, que cuiden a sus mayores, pero hemos organizado el trabajo de tal manera que hemos roto todos los tiempos de la vida.
Ha llegado el momento de una gran revolución social para que sea posible una gran revolución política que devuelva la primacía real al hombre y cree las estructuras necesarias para ello. Ha llegado el momento de asumir las propias responsabilidades. No podemos seguir pidiendo la erradicación de la pobreza si no hacemos un hueco a los pobres en nuestra vida. No podemos seguir pidiendo honradez a los banqueros si hacemos trampas en la declaración de la renta. No podemos pedir a los políticos que solucionen problemas si no estamos implicados con otros en la solución de los problemas que tenemos en el trabajo, barrio, escuela, etc.
Tenemos que implicarnos, asociarnos, complicarnos, crear un ecosistema humano en el que la avaricia y la desvergüenza no tengan cabida. Sólo así podremos recuperar la política como el ejercicio privilegiado de servicio al otro y a la sociedad que nos permite construirnos como humanos. Sólo así podremos recuperar la economía como ese arte que permite ajustar vida humana y utilización de bienes disponibles desde el respeto a todo hombre, a todos los hombres y a la naturaleza.
No tenemos que refundar el capitalismo,
tenemos que refundar al hombre,
porque ya no podemos eludir la respuesta
a la pregunta que Jesús nos hizo:
«¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero
a precio de su vida?» (Mt. 16, 26). ??