¿POR QU? CREEMOS EN DIOS? Esteban Hernández

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El Confidencial

El psicólogo Michael Argyle afirmaba en Psychology and religion que los creyentes suelen afrontar mejor el estrés y tolerar con mayor serenidad los problemas físicos. Incluso señalaba que, a esos efectos, la oración acababa generando efectos benéficos para quien la pronunciaba habitualmente. En cierta medida, son utilidades de otros tiempos.
O, al menos, en las que se hace más evidente la distancia que separa la percepción actual de la religión de la de décadas anteriores, en las que la pregunta por la otra vida y la necesidad de atribuir un sentido trascendente a ésta eran las causas principales del aumento del número de creyentes.

Según Manuel Fraijó, Catedrático de Filosofía de la Religión y Decano de la Facultad de Filosofía de la UNED, la diferencia esencial respecto de épocas precedentes es que ?antes no se hablaba tanto de religión como de Dios: se buscaba la salvación y alguien que pudiera concederla. El concepto de salvación con mayúsculas ha desaparecido en buena medida, porque parece que ahora no se cree en un Dios que nos resucite. Intentamos buscarnos a nosotros mismos, intentando trascender sin Trascendencia, hallando ese sentimiento en la música, el arte o la meditación. Ese ha sido el gran cambio, ya que las religiones se han independizado en gran parte de Dios y caminan solas. Las religiones están ganando por goleada a Dios. Esto sí que es nuevo, porque en los dieciocho primeros siglos se habló de Dios, no de las religiones??.

Para Pablo López, profesor de Doctrina Social en la Iglesia, en el Instituto CEU Humanidades Ángel Ayala, los motivos que llevan al futuro creyente a la religión dependen, en primera instancia, de la situación geográfica. ?En un país como el nuestro, de tradición católica, gran parte de la población ha sido educada en una fe concreta. Pero en otros lugares, como en los antiguos países comunistas, la gente se acerca a la religión por otros motivos. Creo que ahora la gente tiene una creencia más madura, más razonada, hay una experiencia más real de la religión.??

Sin embargo, Pablo López también reconoce que ?se ha perdido la necesidad de ser salvado y el concepto de culpa. Los jóvenes de hoy valoran cada vez menos esos conceptos. Perdiendo a veces la reflexión en torno a Dios. Sería necesario que redescubrieran la salvación, el bien y el mal, el concepto de mas allá, que son realidades presentes en la vida??.

Pero si cada vez tienen menos peso los antiguos valores y se tienen en cuenta más la solidaridad y el diálogo, si cada vez se busca con más ahínco algo reconfortante, y la religión lo es para mucha gente en nuestros tiempos, ¿por qué no incidir aún más en esos efectos? Para el investigador Santiago Zabala, de la Pontifical Lateran University de Roma, colaborador de Gianni Vattimo y editor de El futuro de la religión (Paidós, 2006), lo religioso no tendría que ver con una verdad revelada e inmutable ni con la seguridad de otra vida sino con ofrecernos diálogo, solidaridad y consuelo.

La muerte de Dios y la verdadera fe

Según Zabala, ?en tanto que, desde Freud, Marx y Derrida no estoy seguro de que Dios existe, soy libre para usar esta ?muerte de Dios?? para mi propia perfección. Y eso ayuda a no tomar en serio ninguna autoridad. El Papa puede decir un montón de cosas acertadas y que suenan bien pero también puede cometer algún error, y la historia lo confirma. Desde luego, esto también funciona para los políticos??.

Una postura que encuentra radical oposición en la Iglesia, en la medida en que pone en tela de juicio varias de sus bases. Según el teólogo y sacerdote del Opus Dei José Carlos Martín de la Hoz, ?desde el momento en que crees en Jesucristo, en que ha revelado una doctrina contenida en la Sagrada Escritura y que la ha entregado a la Iglesia, hay un principio de autoridad. En ese sentido, si niego esa autoridad moral, si niego la autoridad de la Iglesia, lo he negado todo. Esas posturas, como la de José Antonio Marina, diciendo que es cristiano pero rechazando algunos de sus dogmas, no son otra cosa que una confusión acerca de la verdadera fe??.

?El Papa necesita a Zapatero??

Tampoco Pablo López coincide con la perspectiva de Zabala, viendo en ella una continuación de las creencias filosóficas contemporáneas ?que pretenden disolver la verdad y que son, en consecuencia, anti religiosas. El cristiano no puede dedicarse sólo a la solidaridad y no a la verdad. En el hecho religioso hay una verdad clarísima que aceptan sus creyentes. No estamos ante una filosofía de vida ni ante una ética, que serían asuntos secundarios, simples consecuencias de la aceptación del planteamiento previo??. Igualmente, Manuel Fraijó apunta que ?no se puede renunciar a un concepto fuerte de religión y lo de la posmodernidad es bastante débil. Creo que la religión no puede ser simplemente una cura humanística, como acudir a un balneario para reponer fuerzas. Para mí, desde luego, no sería sólo eso??.

Desde el enfoque de Zabala, tales resistencias son lógicas. «La Iglesia no quiere aceptar esta aproximación histórica a la religión porque siente que quedaría reducida a la historia, al relativismo y a las interpretaciones contingentes. Y aciertan, porque basan todo su sistema en predicar creencias fuertes que parecen objetivas. Pero son algo más que objetivas. Estas creencias también conectan con argumentos que son parte de nuestra vida social: enfermedad, política, matrimonio, orientación sexual. Cuanto más escandaloso es el tema sobre el que predican, más atención van a recibir. Por esto creo que el Papa acertó en ir a Valencia el pasado fin de semana, porque mostró que no se asusta de Zapatero, y, al mismo tiempo, muchos fundamentalistas católicos hubieran preferido que no fuera. La verdad es que el Papa necesita a Zapatero. Todo lo que éste hizo es bueno porque dio muchos argumentos para la discusión; por supuesto, también les mostró cuánto lejos está la Iglesia de la vida social de un país democrático moderno. El asunto es que si la Iglesia predicara sólo caridad y solidaridad, entonces no tendría nada (según ellos) que pudiera atraer a la gente».