Arizona suena estos días a inmigración. A polémica. A medidas que gustan a sus habitantes y disgustan al gobierno. Pero Arizona vive también un tira y afloja entre las tribus de americanos nativos y el gobierno estatal. Y no por cuestiones de inmigración. La culpa la tiene el permiso para crear nieve artificial con aguas residuales sobre uno de los montes sagrados para los nativos.
Sí, Arizona también tiene estaciones de esquí.
“¿El Vaticano utilizaría aguas residuales en sus ceremonias?”, se pregunta Wells Mahkee, reportero del diario local Navajo Hopi Observer. Mahkee no comprende la obsesión de Arizona, un estado marcado por el desierto y la sequía, con explotar sus pocos recursos para una estación de esquí.
“El mayor impacto es el insulto a nuestro lugar sagrado. Pero también nos preocupa el tipo de aguas residuales utilizadas. Cuál es la proporción de residuos que quedará en la montaña, se evaporará y después caerá en forma de lluvia, o que terminará filtrada en los acuíferos de los que bebemos”, explica Mahkee.
La relación de las reservas de tribus nativas con el uso de los recursos naturales y la contaminación nunca ha sido. Arizona cuenta con la presencia de 13 comunidades nativas, asentadas sobre uno de los terrenos con más recursos de todo el país. El desierto esconde petróleo, gas, agua y uranio. Y el depósito de carbón más grande de todo Estados Unidos, con unos 20.000 millones de toneladas.
“Es un área muy complicada. Son 40 años marcados por las minas de carbón y las plantas eléctricas en estas reservas. La estación generadora de Mohave proporciona electricidad a Phoenix, Los Ángeles y Las Vegas mientras que el 40 por ciento de la población en la reserva Mohave no tiene electricidad”, comenta Nikki Alex, activista de Black Water Mesa Coalition. La organización nació en 2001 en la Universidad del Norte de Arizona para denunciar el uso del agua hecho por la Compañía Peabody, dueña de las explotaciones de carbón en la zona y que había contaminado agua hasta más de 270 millas de las minas.
Tres años antes, el diario Los Ángeles Times denunciaba que la planta que llevaba electricidad hasta la ciudad también era el punto más grande de emisiones incontroladas de dióxido de azufre.
Intocable hasta 1969, el depósito de carbón en el subsuelo de Arizona fue protagonista de un contrato trampa entre las compañías encargadas de explotarlo y las tribus, que verían cómo la mitad de sus presupuestos anuales se alimentaban de los royalties por explotación de las minas. El contrato, sin embargo, no incluía los problemas de salud de todos los nativos que invirtieron sus vidas en las minas, las enfermedades por exposición a materiales radioactivos ni la contaminación de los acuíferos, fuente de agua sagrada para los nativos.
En 2005 cerró una de las minas de carbón y la planta eléctrica que llevaban la electricidad al estado de Nevada. “Fue una victoria agridulce. El cierre de la mina supuso la pérdida de empleo de muchas personas de la comunidad”, explica Alex.
Desde los años 40 y 50, la vida de muchos nativos americanos ha girado en torno a las minas. “Los problemas de salud por la contaminación del agua, haber estado expuestos a carbón y otros minerales todavía persisten. El problema es que muchos han fallecido por las consecuencias y ya no están aquí para decirnos lo que no debemos hacer”, lamenta Mahkee.
Las tribus locales llevan varios años luchando contra la contaminación del agua y el agotamiento de los acuíferos. También han denunciado en los tribunales la idea de crear nieve artificial con aguas residuales. Defienden que no sólo es ilegal, sino que viola sus libertades religiosas. A pesar de que la corte de apelaciones dio la razón al gobierno de Arizona, los gobiernos tribales continuaron con la presión. Ahora la nieve no será creada con aguas residuales sino con los recursos que quedan en acuíferos y pozos subterráneos.
“No entienden que nos da igual el tipo de agua que utilicen. No queremos un uso artificial de la montaña. Es sagrada y está protegida por leyes federales por lo que no está permitido hacer ningún trabajo en esa tierra”, dice Mahkee. Pero el gobierno de Arizona avanza más rápido que el papeleo de los juzgados. La semana pasada aprobó la construcción de una nueva tubería que llegará hasta la estación de esquí y la deforestación de más de 100 acres para ampliar el complejo.
La tubería, como antes lo hicieron las instalaciones que llevaban electricidad hasta otros estados, también ha obligado al gobierno de Arizona a cambiar los límites de las reservas Hopi y Navajo. “Antes vivían tranquilamente, sin conflicto entre ellas. Ahora hay mucha división entre familias que llevan años viviendo en paz”, denuncia Alex.
“Para nosotros, la naturaleza manda lo que debe ocurrir en la montaña sagrada. Si queremos que nieve más, entonces rezamos. Lo que están haciendo es jugar a ser Dios en el momento en que en esta zona no cae demasiada nieve”, protesta Mahkee.
Pero las tribus de nativos no se conforman con la lucha en los tribunales. El año pasado los Navajo fueron el primer pueblo en aprobar una ley de “trabajos verdes“. La iniciativa pretende solucionar todos los problemas de estas comunidades a la vez: reducir el nivel de desempleo gracias a la creación de nuevas oportunidades relacionadas con energías renovables y limpias, y terminar con la dependencia del carbón, gas o petróleo. El rumor de estos días es que la llegada de la mayor planta de energía solar en Estados Unidos, construída por una empresa española, contará con una pequeña fábrica dentro de la reserva.
“Así no tendremos que confiar en las grandes empresas, seremos más eficientes y no dependeremos de los beneficios obtenidos por estas compañías,” concluye Wells.