?¡Christus vincit, Christus regnat, Cristhus, imperat!?? -- Enric Sopena

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El Plural

El actual arzobispo de Pamplona, Francisco Pérez, ha echado de la parroquia de su pueblo a una activa feligresa, Dolores Baigorri, porque es socialista y, como concejal, cometió el horrendo pecado de casar por lo civil a su primo. A los jerarcas eclesiásticos les incomoda, les enoja y les saca de quicio, por lo general, que haya gente que intente conciliar su fe cristiana con su ideología progresista.

Han olvidado el impulso esperanzador que, en este punto, supuso el pontificado de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II, que acabó, sin embargo, prisionero de la curia romana o, si se prefiere, de la vieja guardia que hizo cuanto pudo ?y podía mucho- para obstaculizar el cambio en la Iglesia católica.

Luz demasiado tenue
Aquellos años inolvidables, que duraron bien poco durante la década de los sesenta, fueron una especie de luz que procuraba iluminar el inacabable túnel del integrismo. Era esa luz demasiado tenue y la fueron apagando paulatinamente. El integrismo se ha vuelto a apoderar del cristianismo. Aclaman los clérigos y sus jefes a Cristo Rey, cuando él se negó a serlo. Cristo no se rodeó de los poderosos de su tiempo.

Todo lo contrario
Hizo exactamente todo lo contrario. Sus discípulos, elegidos por él, no frecuentaban los palacios ni se relacionaban con los ricos, sino que se jugaban el tipo ejerciendo el oficio de pescadores. ?l les plantó cara a los mandamases, Por eso lo sentenciaron a muerte y lo ejecutaron crucificándolo y mofándose de él.

Energía y rotundidad
Cristo no se acomodó al statu quo de la época. Lo combatió pacíficamente, pero con energía y rotundidad. Se enfrentó a los escribas, a los fariseos, a los sumos sacerdotes. Los vapuleó dialécticamente y los comparó con los sepulcros blanqueados. Cristo no era retrógado, ni meapilas, ni reaccionario. Su doctrina, la que consta en los evangelios ?no la que han fabricado y manipulado muchos de sus sucesores instalados en el poder y la gloria-, era progresista. En términos actuales podría definirse como de izquierdas.

Los mercaderes
No vino a pontificar sobre cómo tendrían que ser las bodas, por ejemplo. ¿Alguien se imagina a Cristo emulando al arzobispo trabucaire de Pamplona, que ha arrojado del templo a la edil socialista? Cristo expulsó del templo a los mercaderes que habían convertido la casa de Dios en un negocio. Hubiera también expulsado, eso sí, a los gürtels y a sus secuaces y, sobre todo, a quienes han sido sus cómplices y sus protectores. Pero no hubiera expulsado a la concejal católica y socialista.

Ni cruzadas ni inquisidores
No vino Cristo a montar cruzadas, ni a imponer sus ideas por la fuerza de las armas, ni a fundar la Inquisición, ni a aliarse con totalitarios, con dictadores y con tiranos. Ni vino tampoco a condenar a Galileo Galilei, ni a llevar la cuenta obsesiva de los pecados del sexo, ni a cargar contra el humanismo, la Ilustración, la revolución francesa, los liberales, los comunistas, los socialistas, los derechos humanos, la igualdad entre hombres y mujeres, la justicia social, la lucha contra el hambre y la miseria. Predicaba el amor al prójimo y a los más débiles, a los más pobres, a los marginados.

Un fetiche
Judas lo traicionó. Papas, cardenales, arzobispos, obispos, abades sacerdotes y fundamentalistas cristianos se han dedicado a lo largo de los siglos a traicionar su legado. Nos han estafado, nos han mentido, nos han dado deliberadamente gato por liebre. Han transformado a Cristo en un fetiche y en su nombre han cometido millones de brutalidades.

Ahora el arzobispo citado debe de estar muy orgulloso de su hazaña ante una disidente o incluso una hereje. Ahora sumos sacerdotes de la compañía de Jesús han prohibido al jesuita Juan Masiá, experto en bioética, que se pronuncie sobre asuntos de España y se limite a hablar en Japón, donde reside. Mientras, van cantando muy felices: ?¡Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat!» ¡Hipócritas!

Enric Sopena es director de El Plural