¿Una batalla campal en Roquetas o la batalla de todos los días? -- Juan Miralles Ortega, Director de Almería Acoge, Vicepresidente CEPAIM

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Ha habido una batalla campal en Roquetas. Es cierto por desgracia, pero no anoche ni anteanoche, ni tampoco solo en Roquetas.
Lo del otro día no fue una ?reyerta entre senegaleses y gitanos?? como titulaban algunos periódicos; tampoco una novedad noticiable por más que apareciera en todas las noticias. No se me malinterprete, se agradece la cobertura mediática porque ni más ni menos ha muerto una persona y eso siempre debe ser noticia triste.

Luego, la masa descontrolada que se lanza a la calle y crea tumulto y destrozos, fruto quizás de la desesperanza y del cansancio de tanta batalla. Nada justificable, por supuesto, nada aconsejable, por descontado, pero masa al fin y al cabo en la que nunca importa el color, sino más bien lo que puede traslucir de fondo.

O.K., (como apareció en muchos sitios, esa nueva moda de no nombrar ni los hechos ni las personas: 11-S, 28-F. O.K??) no participó en ninguna batalla campal esa noche, ya sabemos que murió intentando evitarla. Su batalla había comenzado hacía muchos años. Comenzó cuando descubrió que no había otro camino para el futuro que dejar su tierra y su gente; nueva batalla para llegar hasta nosotros Dios sabe de cuantas formas imposibles; batalla para encontrar un hueco bajo un techo entre nosotros; otra batalla cruel todos los días para conseguir trabajar algunos de ellos; una gran batalla al fin para conseguir, casi, obtener los respectivos permisos para hacer lo que ya estaba haciendo sin ellos: residir y trabajar entre nosotros.

Pero había otra batalla, más campal ?de campo? compartida con otras miles de personas: la de intentar vivir en un barrio que poco a poco se fue llenando de gentes como él, de muchos orígenes, también españoles, pero de gente que luchaba como él por abrirse paso honradamente. Un barrio que se ha ido llenando de personas y vaciando de iniciativas públicas, de urbanización, de cuidado del mobiliario urbano, de propuestas de participación, de presencia policial?? la batalla cotidiana de cualquier barrio que, esté en el centro o no de la ciudad, se deja al margen de tantas cosas, es decir: se margina. Y cuando el entorno se deteriora y se margina, se deterioran y se marginan también las personas, y surgen comportamientos y actividades marginales, delincuencia, inseguridad?? Y O.K. pierde la batalla, él que ya había conseguido casi la victoria, él que casi tenía ya el ?arraigo social??, cae victima mortal de esa batalla cotidiana.

Ni drogas, ni ajustes de cuentas, ni gitanos, ni inmigrantes, ni racismo?? hay pobres señoras y señores, mejor dicho hay personas empobrecidas, barrios empobrecidos, hay rabia de pobres y condenables desórdenes de pobreza, de exclusión, de marginación.

Mañana, o dentro de un mes, en Roquetas o en cualquier otro sitio, otros muchos O.K. de cualquier color de piel, seguirán con su batalla campal cotidiana por salir de pobres. Mientras en Senegal una familia llora la muerte de un hijo, de un hermano??pero el padre de este O.K. concreto, desde la distancia pide que no haya más sufrimiento por la muerte de su hijo, que no haya disturbios, es Ramadán, dice, tiempo de paz, pide que recen. Y los pobres siguen con su dolor, con sus vidas grises y con el sueño de sacarlos un poco de esa miseria, porque O.K. era mucho más que un hijo: era el futuro, ahora muerto. Ojalá que sigan siendo noticia.