Hay cuestiones que no son inamovibles en la Iglesia. De hecho, ya están cambiando. Nos referimos en este caso a la cuestión del celibato obligatorio para los presbíteros, norma de obligado cumplimiento en estos últimos siglos en la Iglesia Católica Romana de rito latino Occidental.
Quienes conocen la Historia de la Iglesia saben que si esta Institución aún perdura es gracias a sus mecanismos de cambio y conservación.
No cabe duda de que los cambios tienen consecuencias, no solo positivas, sino también desestabilizadoras de los sistemas, que hay que intentar prever y controlar en la medida de lo posible. A algunos les puede parecer que los cambios en la Iglesia Católica, en momentos, son demasiados lentos o desenfocados; y a otros, en otros contextos eclesiales, les habrán parecido demasiado rápidos o inadecuados. También se pueden hacer análisis e hipótesis acerca de la orientación, procedimientos y ritmos de esos cambios. Pero lo que nos interesa resaltar hoy es la constatación del cambio en torno a los estilos de presbíteros, ligada a la acogida por parte de la Iglesia Católica a grupos de anglicanos.
Antes de la prevista acogida masiva de los anglicanos ya existían presbíteros católicos casados de otros ritos (orientales, maronitas, ucranianos, etc), pero no era un fenómeno tan numeroso ni tan visible en algunos países como va a poder ser este. Ahora ya, no se sostiene más el argumento (ya muy debilitado) de que ministerio sacerdotal y celibato van necesariamente unidos en nuestra Iglesia.
Si a eso se le suma la necesidad imperiosa y urgente de nuevos presbíteros; los miles de comunidades en el mundo sin acceso a la Eucaristía; las dificultades y costes para formar sacerdotes según el modelo tradicional; y la marcha de muchos ya formados y ordenados por no tener vocación celibataria, podremos concluir que el cambio hacia nuevos estilos de presbíteros, diferenciando vocaciones más específicas respecto al estado de vida (casado o célibe) es cuestión de tiempo; y, ojala que no sea de mucho, para bien de la Iglesia.
No parece demasiado procedente la pregunta que se hace a menudo sobre cuantos sacerdotes católicos casados ejercen hoy en el mundo, porque eso no nos da pistas sobre con cuantos podríamos contar si la norma cambiara. Evidentemente, el camino que se han visto obligados a recorrer hace que sean una proporción insignificante sobre los que han tenido que abandonar definitivamente el sacerdocio; y los que ejerzan su ministerio será en condiciones muy particulares y restrictivas, ya que ha sido una práctica vetada hasta ahora por la Iglesia Católica Romana.
Parece mejor enfocada la pregunta de si, cualitativamente, se recuperarían vocaciones al presbiterado de muchos de los curas casados que ya se vieron obligados a abandonar el ministerio; si habría más personas que optarían por este servicio a la comunidad, de existir una doble vía célibe y no célibe; y si se evitaría la marcha de los vayan descubriendo que su vocación no es celibataria. Además de otro argumento de mucho peso bastante constatado: las comunidades estiman diferentes compromisos vitales en sus presbíteros, simpre que vayan acompañados de una espiritualidad y un compromiso. Aquí la respuesta es más clara e indudablemente afirmativa, aunque no se pueda hablar en términos cuantitativos.
Algunos ven un posible agravio comparativo entre sacerdotes anglicanos casados y católicos casados. ¿Se podría proponer que los católicos casados se adscribieran al nuevo Ordinariato de la tradición anglicana católica?. Esta legítima propuesta está muy centrada en la recuperación de los derechos del clérigo; pero dentro de la necesaria reforma de los ministerios en la Iglesia, hay otros posibles enfoques, que tienen en cuenta que el presbítero lo es dentro de una comunidad corresponsable en la que presta sus servicios, con la que comparte tradición y lenguajes. Desde un enfoque más centrado en las comunidades, posiblemente habrá otras propuestas para abordar la necesaria reforma del presbiterado, en una perspectiva ecuménica, que entienda la diversidad de historias y tradiciones.
¿Por donde irán estos cambios disciplinares y de organización de la Iglesia, que sin duda se están produciendo ya, en relación a: diferentes tipos de presbíteros, en diferentes tipos de comunidades y con encomiendas, tal vez distintas, aunque con un mismo orden presbiteral?. Es importante que contribuyamos con nuestro análisis y reflexiones positivas y propositivas, ligadas a nuestra práctica, en un tema que a todos y todas concierne como Iglesia que somos.