En los últimos días circuló en algunos diarios y por internet la información, después confirmada por diversas autoridades eclesiásticas, de que el teólogo Jon Sobrino había sido «suspendido» – es decir, se le ha prohibido dar clases en los seminarios, dar conferencias, publicar textos, etc. – en razón de algunas posiciones teológicas presentadas en sus últimos libros de cristología.
Esta noticia tomó a mucha gente por sorpresa, pues estamos casi en la víspera de la V Conferencia del Celam y pocos esperaban que el Vaticano tomase, en este momento, una actitud semejante en contra de uno de los principales y más influyentes teólogos de América Latina. (Esto puede ser una señal de qué característica tendrá el desarrollo de la V Celam).
La Congregación para la Doctrina de la Fe publicó hoy, 14 de marzo de 2007, la «Notificación sobre la obra del Padre Jon Sobrino» con la intención de «llamar la atención hacia ciertas proposiciones que no están de acuerdo con la doctrina de la Iglesia». Lo que me llamó la atención, a primera vista, en este documento fue lo recurrente de expresiones del tipo: «a pesar de que el Autor afirma que…. no siempre se presta la debida atención…», «el Autor evidentemente no la niega, pero no la afirma con la debida claridad…»; «Es verdad que el Autor afirma…. [pero] no se explica correctamente…».
Esto revela que, si hay problemas doctrinarios en los textos de Sobrino, éstos no son tan graves al punto de justificar esta sanción. Si fuesen otros teólogos de todos los continentes también deberían estar en esta lista, pues ninguna obra teológica consigue ser tan completa y tan «ortodoxa» que no se le pueda imputar la crítica de que «falta explicitar más claramente…» o «no afirma con la debida claridad y fuerza…».
La única forma de no caer en este problema sería reproducir simplemente las conclusiones de los grandes concilios, y también de los menores (para evitar cualquier problema) y los documentos de la Iglesia que tratan sobre las cuestiones dogmáticas y el propio Catecismo de la Iglesia Católica (que fue citado en la Notificación como un argumento de autoridad para criticar a Sobrino). Es decir, no producir teología para no correr estos riesgos.
Este razonamiento, si es llevado al extremo, conduce a una conclusión un poco absurda de prohibir o evitar la publicación de cualquier obra de teología. Lo que demuestra que la cuestión central no es ésta. Yo pienso que la verdadera razón aparece en la Nota Explicativa de la Notificación, que fue publicada junto con la Notificación. La Nota dice, al comienzo, que: «La preocupación por los más simples y más pobres fue, desde el comienzo, uno de los trazos característicos de la misión de la Iglesia». De esta manera afirma que no hay divergencia fundamental entre la posición de la Congregación para la Doctrina de la Fe y la de Sobrino y la de los sectores de la Iglesia Católica que defienden la opción por los pobres.
Pero, el problema estaría en la comprensión de lo que significa esta «preocupación por los más pobres». Para la Congregación, «la primera pobreza de los pobres es no conocer a Cristo» y, por ello, la primera y la principal misión de la Iglesia en relación con los pobres es presentarles al verdadero Cristo, aquél que fue la figura principal «en el plan divino de salvación por la entrega a la muerte del ‘Siervo, el Justo’» (Notificación, n. 10).
Para la Congregación, el primer problema del pobre no es el hambre y todas las otras condiciones infrahumanas que devienen de la pobreza en una sociedad capitalista, sino que es el no conocer a Cristo y no saber que Él fue enviado por Dios para sufrir y morir en la cruz para salvarnos de la condena que el propio Dios nos daría. Con esto, no habría diferencia fundamental entre el pobre y el rico que no conocen al verdadero Cristo presentado por la Iglesia Católica. Es por ello que la Nota Explicativa afirma que no se puede expresar la opción por los pobres en términos sociológicos.
El verdadero problema que la obra de Sobrino suscita no es el hecho de que no haya explicitado con el debido énfasis la divinidad de Cristo, sino el haber asumido que el problema primero y principal del pobre es el hambre, la muerte antes de tiempo. Algo que parece ser muy obvio para casi toda la sociedad, ya que después de todo la pobreza es una cuestión económica y social.
Pero… ¿por qué la Congregación de la Doctrina de la Fe y el propio Vaticano tienen tanta dificultad en ver que el sentido de la palabra «pobre» es aquel que pasa hambre y no aquél que todavía no conoció a Cristo? Quiero aquí elaborar una hipótesis. Si asumimos la visión de que la pobreza es una cuestión de vida y muerte en el campo económico y social, la Iglesia Católica, a partir de su fe, se convierte en una entre otras instituciones religiosas o no, que están preocupadas con esa cuestión; por otro lado, si asumimos que el gran problema del pobre es que no conoce al verdadero Cristo, que sólo la Iglesia Católica conoce más plenamente, la Iglesia se convierte en la principal institución en la gran tarea de luchar contra la pobreza.
Lo que hay detrás del castigo de Jon Sobrino y también de una buena parte de las disputas que ocurrirán en la V Celam es la comprensión del papel de la Iglesia Católica en el mundo y de su relación con el Reino de Dios. Si los pobres ante quienes debemos estar al servicio son pobres en el sentido de «tuve hambre y me diste de comer» (Mt 25), la Iglesia debe verse como un instrumento para anunciar y revelar la presencia de Dios en el mundo y de su Reino, luchando por la superación de las injusticias y opresiones para construir una sociedad más humana, digna de ser llamada humana-divina. Si la Iglesia pretende crear un nuevo sentido para la palabra «pobre», para verse como la institución más importante del mundo, podrá escribir documentos y notificaciones, pero el mundo no la escuchará, pues no conseguirá entender lo que ella quiere decir.
Traducción: Daniel Barrantes – barrantes.daniel@gmail.com
* Jung Mo Sung es profesor de postgrado en Ciencias de l Religión de la Universidad Metodista de San Pablo y autor de Sementes de esperança: a fé em un mundo em crise