Los obispos o, mejor dicho, el Comité Ejecutivo de la CEE (Rouco, Cañizares, Blázquez, Amigo, Sistach, Osoro y Camino)renovaron por dos años a Federico Jiménez Losantos, César Vidal y Nacho Villa. Dicen que porque el cardenal Rouco se empeñó. ¿Y qué hicieron los demás? ¿Qué opinan Blázquez, Sistach y Amigo? ¿Fue una decisión consensuada o votada?
Estas y otras preguntas siguen sin respuesta. Al menos, por ahora. Pero junto a éstas, hay otras mucho má sprofundas y radicales. Por ejemplo, ¿qué gana y que pierde la Iglesia española con esta decisión?
Parece evidente que gana oyentes, dinero, publicidad, audiencia e influencia social. En un momento en que sólo aparece en los medios el lado oscuro del hecho católico, no es poco.
También gana la Iglesia una palanca de poder para negociar con el Gobierno de turno. Y, para ofrecerle al PP, en bandeja de plata, una emisora aglutinadora y movilizadora del voto de la derecha. En el hipotético caso de que el PP ganase las próximas elecciones generales, el próximo presidente de la CEE (que podrían ser Rouco o Cañizares)tendrían un sólido argumento para conseguir que la clase de Religión consiga el carácter fundamental que prevén los Acuerdos en el sistema educativo público.
A cambio de todo eso, la institución pierde credibilidad a marchas forzadas. El insulto, el odio y la descalificación que vomita Losantos todas las mañanas son una carga de profundidad diaria contra la línea de flotación eclesial. La COPE será, durante dos años más, un problema diario para la Iglesia.
Y cualquiera podrá taparles la boca a los obispos, cuando en cualquiera de sus documentos hablen de tolerancia, respeto, pluralismo y diálogo. O cuando digan que el Evangelio no se casa con patido alguno. Y en el mercado religioso actual, de cara sobre todo a los más jóvenes, una institución religiosa como la Iglesia sólo puede atraer desde su propia credibilidad y desde una imagen evangélica y moderna.
¿Pierde o gana más la Iglesia con la renovación de sus «estrellas»?