¿Por qué muere Jesús de Nazaret? -- Juan José Tamayo, catedrático de Teología y ciencias de las religiones de la universidad Carlos III de Madrid

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El Correo

La crucifixión es resultado del permanente conflicto con las autoridades religiosas y políticas
Una de las principales carencias del libro de Benedicto XVI ‘Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección’, publicado recientemente, es la espiritualización y despolitización de Jesús de Nazaret, y de manera especial de su muerte. Esto implica un considerable distanciamiento del Jesús histórico y se encuentra en clara contraposición con las investigaciones sociológicas recientes sobre los evangelios y el cristianismo primitivo.

El Papa despolitiza el Reino de Dios, que dice basarse en la verdad como categoría fundamental. Pero la verdad en sentido tomista, «la verdad que está en el intelecto de Dios en sentido propio y verdadero», no la verdad en el sentido bíblico que lleva a la práctica de la justicia y al compromiso por la liberación de los pobres. «La verdad -afirma- es el verdadero ‘rey’, que da a todas las cosas su luz y su grandeza». Por ello, el anuncio de la inminencia del Reino de Dios no constituye peligro alguno para el Imperio romano. ¡Qué imagen más desvirtuada del Reino de Dios!

Benedicto XVI hace una lectura despolitizada de la entrada de Jesús de Nazaret en Jerusalén, interpretando el ‘Hosanna, hijo de David’ -grito de entronización político-mesiánica-, con que es recibido por los ciudadanos jerosolimitanos y los peregrinos que llegaban a la Ciudad Santa para celebrar la Pascua, a la luz de la fe de la Iglesia y desviando la atención hacia el ‘Hosanna’ de los niños en el templo.

Otra muestra más de despolitización de Jesús de Nazaret es la interpretación de la escena de los mercaderes del templo. Tras la exposición de las diferentes lecturas de dicha acción, Benedicto XVI se decanta por la idea de purificación del templo, eliminando toda significación política. Actuando contra los mercaderes, Jesús no estaría ejerciendo una actividad política contra el templo como símbolo de la alianza político-económico-religiosa, como tampoco estaría llevando a cabo una práctica deslegitimadora del poder. Se estaría oponiendo a lo que es contrario al conocimiento y a la adoración de Dios y despejaría así el espacio para la adoración de todos. Con esta acción Jesús demuestra «el celo por la casa de Dios» como alternativa al celo revolucionario de los zelotes.

Hay, con todo, otra interpretación que me parece más acorde con los sucesos posteriores, el juicio y la condena a muerte de cruz, y que constituyen, en buena medida, su explicación. Es la que considera las palabras de Jesús contra el templo y su acción contra los mercaderes como una acción subversiva contra las instituciones religiosas y políticas opresoras del pueblo. Al perder el templo las funciones sacrificiales, comerciales y fiscales que el imperio y la religión judía le asignaban, ya no servía para nada. Lo que significaba destruirlo.

El proceso de despolitización se aprecia igualmente en la escena del juicio ante Pilato, que, a juicio de Benedicto XVI, no tenía nada contra Jesús, ya que no constituía peligro alguno para el ordenamiento romano. ?l sabía muy bien que el Nazareno no era un delincuente político. Tal interpretación olvida los permanentes enfrentamientos de Jesús con el poder político y el carácter violento y cruel, represivo y depravado, arbitrario e insolente de Pilato, como reconocen Filón y Flavio Josefo y confirma el Evangelio de Lucas al responsabilizarlo de la matanza de unos galileos en el templo mientras ofrecían sacrificios.

Finalmente, el Papa despolitiza la muerte de Jesús, que no cree sea consecuencia de conflicto con el poder romano y sus representantes, sino «una auto-entrega vicaria, una muerte en el contexto del servicio de expiación» que realiza la reconciliación de la humanidad con Dios y se convierte en luz para los pueblos». Cree que no hay contradicción entre el mensaje jubiloso de Jesús y su aceptación de la cruz como muerte por muchos.

Muy otra es, sin embargo, la realidad. La muerte de Jesús se enmarca en el mismo horizonte ético de su vida. Es el lógico resultado de su actitud transgresora de la ley, de su crítica de la religión, de su permanente conflictividad con las autoridades religiosas y políticas. La libertad con que vivió y las prácticas de liberación que realizó le acarrearon la muerte, no una muerte dulce, sino trágica, amarga, dramática, una de las muertes más crueles, la crucifixión. ¡Se lo tenía merecido!