El balbuceante portavoz (o lo que sea) de la Conferencia Episcopal ya le ha colgado el sambenito de ejercer «una ciencia sin conciencia» al investigador, nuevo ministro de Sanidad, Soria. No sé si tendrá la aquiescencia de todos los prelados, pero la de poca gente cristiana más.
Qué osadía considerar que ese trabajo es un «peligro para la sociedad» y una «creación de expectativas infundadas y además inmorales». Ese señor (o lo que sea) debe de ser un gran científico por todos ignorado.
Lo que sabemos es que un Gobierno ha de ocuparse de la salud y el bienestar de sus ciudadanos, fomentando el desarrollo científico frente a lo incurable hasta hoy: con células madres o no… ¿Es que la Iglesia no escarmienta? Que se preocupe más de los curas pederastas, y así ahorrará indemnizaciones. Para dar a los pobres, claro.
(El Mundo)