El pasado sábado el Papa recibió al cardenal Rouco. Informó de ello la Sala de Prensa, pero sin dar más detalles. Y, como es lógico, se han desatado los rumores. Lo primero que no está claro es quién pidió la entrevista. ¿Fue el Papa el que llamó a Rouco o fue el cardenal de Madrid el que solicitó verse con Beendicto XVI?.
En segundo lugar, ¿de qué trataron o de qué pudieron tratar? Porque las filtraciones sobre el encuentro son mínimas. La misma nota de agencia que da cuenta de la reunión vanza la posibilidad de que abordasen el tema de la parroquia roja. Es un tema de poca consistencia para abordar con el Papa. Para eso están sus colaboradores. La Congregación del Culto, por ejemplo. No es lógico que el Papa se baje a esos detalles. Y menos Benedicto XVI.
Y eso que hay quien asegura que en Roma (quién, a qué nivel)no están nada contentos con la gestión que del conflicto con sus curas de Entrevías está haciendo Rouco. Le reprochan exceso de delicadeza y, sobre todo, el que haya mantenido tanto tiempo el conflicto sin solución, dado el desgaste que eso ocasiona para la Iglesia. Tanto a nivel nacional como internacional. Eso lo sabe Rouco, pero también sabe que con esos detalles no se molesta al Papa.
Otro tema menor, que seguramente tampoco abordaron, es el de los nombramientos de obispos. Y eso que se espera que este jueves el Dicasterio de los Obispos, que preside Re, ultime por fin las ternas para Pamplona y Santander. Si se las presentan el jueves al Papa, éste podría resolver el sábado, último día que tiene hábil antes de irse de vacaciones. En ese caso y teniendo en cuenta que tienen que comunicarse los nombrameintos al Gobierno con un plazo de 15 días, se darían a conocer a finales de julio. Pero el Papa tamibén puede dejar el tema sin resolver hasta después de sus vacaciones.
Descartados esos dos temas menores, Rouco y el Papa sólo han podido abordar dos temas. Es decir, una de dos. O las dos. O hablaron de las relaciones Iglesia-Gobierno (Educación para la Ciudadanía, incluida) o de la eventual incorporación del cardenal de Madrid a un puesto en la Curia. O de las dos cosas.
Apostamos a que Rouco no se irá a Roma, a no ser que el Papa le obligue. Y tampoco lo necesita tanto como para obligarle. Por lo tanto, lo lógico es que abordasen la actual situación de crispación (una vez más) entre Iglesia y Gobierno. Una situación que al Vaticano, siempre proclive al diálogo y al pacto con los poderes públicos, no le gusta en absoluto. Sobre todo, si escenifica hacia fuera la división episcopal y eclesial