A Julio Lois, con agradecimiento por su impulso esencial en el nacimiento de Redes Cristianas.
Antes de que la noche del olvido empiece a borrar mis mejores recuerdos, quiero anotar en mi cartera algunas vivencias que de ti han calado muy hondo en mi espíritu.
No recuerdo cómo fue nuestro primer encuentro, pero lo que después hemos vivido juntos da testimonio de que debió ser un encuentro impactante. Juntos hemos ido asistiendo al nacimiento de muchos acontecimientos y cosas que aún perduran.
Ambos hemos participado modestamente en el nacimiento de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, de la que posteriormente tú has sido presiente; juntos hemos participado en la organización de los primeros Congresos de Teología; juntos hemos estado en el origen del Centro Evangelio y Liberación y de la puesta en marcha de su órgano de expresión, la revista ?xodo; en el nacimiento de Iglesia de Base de Madrid, de la revista Utopía y de Redes Cristianas. Tú, más directamente que yo, has estado en apoyo constante a las Comunidades Cristianas Populares y a los Movimientos cristianos de base??
Al recordar todo esto, me invade la emoción de estar despidiendo a uno de mis más nobles y cómplices de mis amigos: un compañero cariñoso en la amistad, comprensivo en la discrepancia, compasivo en la debilidad; más pendiente siempre del futuro y del presente que del pasado. Así me quedan algunos recuerdos de tu modo de ser, de tu espiritualidad profundamente humana.
Me ha impactado siempre, Julio, tu comprensión profunda y tu vivencia limpia de lo cristiano. Así lo has reflejado en tu imagen y testimonio, así lo he leído en tus escritos de teología, rezumantes de un enorme apego al Jesús de la historia y de preocupación sincera por su Iglesia. No has querido ser un teólogo de cátedra, un repetidor erudito de lo que otros han dicho; aunque tampoco has despreciado sus más brillantes aportaciones. Pero lo tuyo, sin renunciar nunca a la investigación y al análisis de la historia actual, ha sido siempre mucho más vivencial y humano. Rezumando siempre la frescura de una espiritualidad a flor de piel. Has sido un cristiano de testimonio fiel entre los creyentes, un pensador que ha vivido creyendo lo que piensa, que piensa lo que vive, y que ha dado testimonio de lo que vive y espera.
Me has dejado, nos has dejado, Julio una rica herencia. Los cristianos y cristianas de base no podremos vivir fácilmente sin tu espiritualidad y tu estilo. No queremos ni podemos perderte. Tú seguirás alentado nuestras luchas con tus recuerdos llenos de vida, de humanidad, de generosidad y de todo eso que forma el componente más gozoso de la espiritualidad cristiana.
¡Hasta siempre, Julio! Me siento orgulloso de tu amistad y de haber compartido tantos años de trabajo desinteresado y generoso por las grandes causas del Reino de Dios. Contigo hemos tenido la suerte de haber crecido un poco más en le seguimiento de Jesús.
¡Gracias y hasta siempre, Julio!