Ya es costumbre entre escrituristas y teólogos decir que Jesús fue un «laico», que se enfrentó con los grandes problemas de su pueblo, y parece que no sin razón.
Parece claro que los sumos sacerdotes lo condenaron a muerte, porque se había metido a saco con lo que pasaba en el templo de Jerusalén, y no estaba dispuesto a admitir que se hubiera convertido en cueva de bandidos; «volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas» (Mt 21, 12-13), al fin cogió un látigo y, sin más miramientos, los echó a todos fuera del templo.··· Ver noticia ···
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