Disidentes por amor al evangelio -- Benjamín Forcano, teólogo

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Benjamín Forcano1PLANTEAMIENTO ACTUAL DE LA CUESTI?N
La disidencia no es un mal menor que hay que soportar
Cualquier tema a tratar, puede hacerse desde muchos puntos de vista. Por eso, quiero fijar desde el principio el aspecto que, sobre este tema, me parece más relevante para el momento presente.La disidencia ha existido siempre, en todos los países, culturas y épocas de la historia.

Pero no ha sido siempre calificada de la misma manera. Aún hoy, la disidencia es juzgada peyorativamente, como expresión de ideas o conductas extrañas, sospechosas e, incluso, perseguibles por la ley. Estamos en un momento de avance, pero sin que se haya aceptado todavía como propio del ser humano el fenómeno natural de la disidencia. Cuando hablamos de la disidencia solemos acompañarla con el correlativo de tolerancia, dando a entender que, mal que nos pese, la disidencia es un mal menor que hay que soportar.

Estamos, pues, por dar un paso hacia adelante. Estoy convencido de que la disidencia no es una concesión oportunista del poder o una admisión impuesta por el pluralismo de nuestra sociedad democrática. Es una exigencia de la persona misma que por su razón y libertad puede, en un momento dado, cuestionar pautas, ideas o planteamientos comunes en el sistema establecido.

El disidente es siempre peligroso para el poder
Pero sé igualmente que el poder, de todos los lugares y de todos los niveles, procede siempre de la misma manera: quiere conservar la situación alcanzada, porque es rentable para las personas que lo representan y les confiere, de cara a la mayoría, estabilidad y sometimiento.
La mayoría no cuestiona, al menos teórica y públicamente, el poder ni sus privilegios, pero sí lo hace una minoría, una minoría muy minoría muchas veces, atrayéndose automáticamente el enojo, la malquerencia y la persecución del poder.

Y es que los depositarios del poder no buscan gobernar conforme a verdad, sino conforme a sus intereses y, lógicamente, ven con malos ojos a quienes, de una u otra manera, los critican . Todos debiéramos entender que el poder en sí no tiene sentido, no se agota en sí mismo, sino que se ordena al bien de la comunidad y que ese bien es entendido por la mente humana evolutivamente y requiere constantes cambios para mejor cumplir los dictados de la razón y del derecho, de la ética universal.

Por eso mismo, los disidentes suelen ser catalogados como indeseables y peligrosos, por supuesto peligrosos para el poder.
Ningún poder humano puede aparecer ante la sociedad como arbitrario; tiene que justificar sus decisiones como conformes con la verdad e intereses de la comunidad a que representa y para justificarlo, hoy tiene la gran potencia de los medios de comunicación, que suele tenerlos subordinados. Y, así, sus decisiones irán acompañadas de razones (su ideología) y de deslegitimación y vituperios para los disidentes.

Pero, ahí, es donde el poder se encuentra débil y más desamparado: en su argumentación. Porque si juega limpio y atiende al Bien Común, entonces no tiene más remedio que corregir y abandonar sus privilegios, y si no lo hace, aparece pillado en hipocresía y contradicciones, y no valen las ?falsas razones??. Al poder hay que darle en el corazón, y el corazón es la ideología. Si esa ideología se le desvanece o invalida, entonces el poder se tambalea. Los disidentes atacan en ese flanco, la almena cultural del poder, imprescindible para seguir fuerte, la desenmascaran en sus ruinas y entonces el poder -en desnudez insoportable ? huye por insostenible o reacciona con tiranía.

EL POR QUE DE LA DISIDENCIA
Venimos de un período antidisidente. Tras esta breve introducción, me voy a ocupar de la disidencia dentro de la Iglesia católica.
1.En primer lugar,
-Soy consciente de que la Iglesia católica ha tenido en su historia momentos fuertes de represión de la disidencia. Conocemos la dureza con que se ha procedido contra movimientos y personas que se apartaban de esquemas establecidos.
-Conocemos la radical oposición acumulada entre Iglesia Católica y Modernidad.
-Conocemos la uniformidad impuesta al pensamiento católico, hasta el punto de
hacer imposible un diálogo entre sociedad laica-científica e Iglesia.

. En segundo lugar,
-La celebración del concilio Vaticano II nos ha permitido salir de nuestro dogmático aislamiento, de nuestra arrogante superioridad, y nos ha permitido replantear muy en su conjunto una serie de cuestiones doctrinales que afectaban profundamente a su herencia teológica. Nadie, que sea cristiano un poco ilustrado, puede ignorar la revolución que el Vaticano II ha supuesto para la concepción de la naturaleza misma de la Iglesia, su nueva hermenéutica de la Biblia, su nueva relación con las Iglesias Hermanas y las Religiones, su nueva relación con el mundo y las realidades terrenas (dignidad humana, familia, cultura, economía, política, etc.).
3. Y, en tercer lugar,
-Hemos tenido la suerte de iniciar un camino nuevo, convencidos de que la identidad católica no está reñida con otras identidades religiosas, ni debe erigirse como identidad totalitaria, en postergación o exclusión de las demás.

-Estoy también convencido de que, el ?aggiornamento?? o actualización de la Iglesia católica ha tenido su principal obstáculo dentro, es decir, en sí misma, en estructuras, hábitos, intereses y voluntades que provenían de personas aferradas anacrónicamente al pasado. Si es cierto que la voluntad renovadora triunfó en el momento del concilio y así quedó reflejado en los Documentos, después, a lo largo de este Pontificado, esa voluntad se ha ido extinguiendo hasta terminar en oposición y voluntad de neutralizar los propósitos renovadores del Vaticano II.

-Solamente desde esta perspectiva, puede explicarse que los autores y artífices (peritos) del concilio hayan sido, en buena parte, vigilados o censurados o reprendidos o apartados de la enseñanza teológica. Sería muy ilustrativo disponer del listado de todos los teólogos que, en el período postconciliar, han tenido que afrontar una u otra suerte de censura. ¿Cuántos?
– Para confirmar lo dicho, puedo decir que me encuentro entre uno de ellos. Soy profesor de Teología Moral y, después de muchos años de enseñanza en Roma , Salamanca, Bogotá y Madrid, y después de haber escrito y publicado un libro titulado ?Nueva Etica Sexual?? me llegan de Roma, directamente del cardenal Ratzinger, unas Observaciones que se constituyen en base para abrirme un ?proceso extraordinario??, y que duró diez años.

Esto sirve simplemente para decir que sé de qué va el asunto y que puedo entender a cuantos colegas o amigos han sufrido procesos semejantes. Por conocimiento mutuo y, sobre todo, por amistad, me he relacionado con teólogos-peritos del concilio, con obispos, con los teólogos de la liberación, con cristianos de a pie admirables, con no creyentes y puedo extraer de todos ellos la savia que ha alimentado su vida y su lucha, su disidencia, y les ha llevado a sufrir incomprensión, difamación, persecución y , en no pocos casos, muerte violenta.

En concreto les podría hablar, del gran moralista P. B Häring (profesor mío), de G. Girardi, Leonardo Boff, Gustavo Gutiérrez, Ignacio Ellacuría, Jon Sobrino, H. Küng, E. Dreverman, Ernesto Cardenal, Fernando Cardenal, Mons. Méndez Arceo, Oscar Romero, Leonidas Proaño, Pedro Casaldáliga, Samuel Ruiz, Alberto Iniesta, Alfonso Comín, Diamantino García, y de tantos otros teólogos, españoles y no españoles, de muchos cristianos anónimos insignes, que han sido marginados u olvidados o maltratados o perseguidos por la autoridad institucional y que, sin embargo, destellan en su vida el fulgor del Evangelio

El motor de la disidencia
Hay un primer contraste que llama la atención al tratar de este tema: el de la dureza del inquisidor (delegado del poder) y la paciente firmeza del disidente. El primero viene revestido de poder, goza del apoyo de la Institución, se siente estar poseído por la verdad, no duda en hacer valer la verdad por encima de los derechos de la persona; el segundo camina solo y honesto, guiado por la búsqueda crítica de la verdad, sin más fuerza que sus razones, abierto al diálogo, dispuesto a no abdicar de sus convicciones. ¿Qué sería de los inquisidores si no tuvieran como árbol que los cobija el respaldo de la Institución? ¿En qué quedaría su solemne seguridad?
Nunca el cambio y renovación vinieron del poder

Recuerdo lo que me contaba Leonardo Boff con ocasión de un viaje suyo a Roma. Se enteró de que el cardenal Jerome Hämer, acusador suyo y miembro del San Oficio, se estaba muriendo de cáncer. Lo llamó por teléfono:
-?Hola, aquí Boff, el que usted condenó??.
-?Nadie me llama, fue necesario que lo hiciese Vd. Me siento solo, yo quería ser un gran teólogo y no lo conseguí. Quería ser el sucesor de Congar. Me hicieron obispo y me llamaron a Roma, no tengo comunidad, celebro aquí, solo, por la mañana, y me siento despreciado pro mis hermanos dominicos.??

Y empezó a llorar. Pero, para entender esto, hay que recordar lo que le ocurrió a Boff con este cardenal. Boff fue llamado a Roma. Entró en la gran sala del Santo Oficio, de unos 150 metros de larga. Al fondo, una mesa y una sillita y, en ella le hicieron sentarse. Al fin, después de 40 minutos, llega el cardenal, con toda su pompa. Se sienta y le dice:
-?Tu iglesia pidió un diálogo. El que habla aquí es responsable de la doctrina, no quiero dialogar, sólo quiero comprobar si tu fe es verdadera, si está de acuerdo con la ortodoxia??.
Y hace su primera pregunta:
-?¿Qué piensa Vd. del Vaticano II??? .
-?Que fue un extraordinario concilio pastoral,?? contestó Boff.

– ?Error, responde el cardenal, no es pastoral, es doctrinal. Ese es tu error, pensar que ese concilio adaptó la Iglesia al mundo moderno, ¡no adaptó nada!. Hay que leerlo bajo la óptica del Vaticano I, como doctrina, y tú no lo haces??!
En ese momento, sacó la cartera con una serie de cartas de Boff.
-?En esta carta dices y suscribes que eres un verdadero pecador?? (Se refiere a que Leonardo, siempre y con un cierto humor franciscano suscribe sus cartas como frater, theologus minor et peccator: hermano, teólogo menor y pecador) .

Leonardo le contesta:
-?Sí, está escribo y me admiro de que Vd. no se considere un pecador??.
-?Yo soy autoridad, no tiene sentido presentarme como pecador??.
Y Leonardo:
-?Usted es un cristiano y le recuerdo aquel sueño de San Jerónimo, cuando encumbrado en lo alto del cielo, Dios le dice: ?¿Quién eres??? y Jerónimo contesta: ?theologus sum, traductor sum??, (soy teólogo, traductor de la Biblia). Y Dios dice: ?No, no te conozco??, hasta que Jerónimo dice: ?Christianus sum??. Y Dios dice: ?Sí, christianus sum, peccator sum??. Y Dios le recibió. Vd. se olvidó del sueño de San Jerónimo??.

Entonces el cardenal comenzó a decir:
-?Estuve en Brasil, conozco tu país, vuestro error fundamental consiste en pensar a partir de la práctica, eso lo hacen los marxistas, no los cristianos. Los cristianos tienen que pensar a partir de la tradición, del magisterio de la Iglesia, de los documentos oficiales. No tenéis teología, sois menores, no tenéis seriedad en el discurso??.
-?Muy bien, contestó Leonardo, si no soy serio, ¿por qué analiza mis textos???
Y continuó el cardenal:
-?Brasil no tiene la pobreza que os imagináis. Hacéis una lectura sociológica e ideológica, propia de los marxistas. Estáis transformando las comunidades eclesiales de base en células marxistas, que más que rezar y hacer militancia de la palabra de Dios, aprenden la guerrilla??.
En un determinado momento, Boff no puso remediarlo y se puso a llorar de pura rabia.

El cardenal dijo:
-?¿Ves?, lloras como un niño, muestras tu fragilidad??
Entonces, Boff empezó a mirarle, no sabía si darle un golpe y se quedó como pensando por dentro: ?Este hombre no merece vivir, tendría que matarle??. Y le dijo:
-?Mire, padre, pienso que usted es peor que un ateo, porque el ateo cree al menos en el ser humano, y usted no. Usted es un cínico, se ríe de las lágrimas de una persona, no quiero hablar más con usted??. .

Se entiende ahora que Boff en su viaje a Roma, al llamar al cardenal moribundo y oírle llorar, le dijera:
– ?¿Quién es el niño, quién es ahora el frágil?, pero no quiero hacer lo mismo que usted hizo conmigo, quiero enjugar sus lágrimas??.
Y el cardenal le contestó:
-?Boff, vamos a quedar amigos, conozco unas pizzerías aquí cerca del Vaticano…Cuando vengas, me llamas, vamos a olvidar, a charlar, a comer unas pizzas y beber unos vinos??. ?Lloraba , dice Boff, como un niño??.

La disidencia hunde sus raíces en el amor
El relato me ahorra comentarios. En él aparecen las dos posiciones, la del poder endiosado y ofensivo, inmisericorde, y la del sabio, consciente de sus limitaciones, que se abre a la verdad, desde la realidad inmediata de la pobreza y el sufrimiento.

Está superdicho: el pensamiento crítico o la disidencia en la teología, no tanto nace de la discrepancia teórica, cuanto de la discrepancia con la realidad de la vida. Demasiadas teologías, incluso brillantes, han pasado al lado de la vida, con indiferencia. Y otras demasiadas, se han hecho al arrimo del poder, de la seguridad, de la abundancia o de la complicidad con los opresores, sin haber sido capaces de crear nada ni transformar nada. Estaban ausentes, es decir, fuera de la verdad y la verdad es que 2/3 de la humanidad está en condiciones inhumanas o infrahumanas de vida, contra la voluntad de Dios. Esa inmensa mayoría está demandando una liberación, un compromiso de todos, también de los teólogos, que sacuda la conciencia de los dueños del sistema y que, por lo menos, no puedan ver aquietada su conciencia con palabras de aprobación, omisión o complicidad cristiana.

?Aquí, escribe el obispo Casaldáliga, estás en un bando o en el otro. Yo digo siempre que el Evangelio es para los ricos y para los pobres. Es para todos pero está a favor de los pobres y también de los ricos, pero contra su riqueza, contra la posibilidad que tienen de explotar, dominar y excluir. Yo puedo relacionarme con los ricos,siempre que les diga las verdades y no me deje dominar por sus halagos??.

Creo que la conclusión se hace cada vez más evidente: los disidentes, sean reformadores, profetas, revolucionarios, santos o mártires, todos están animados por un mismo espíritu: el espíritu de amor, de amor a los más pobres. Esta gente extiende su vista sobre la sociedad, sobre el tiempo y la historia que les ha tocado vivir, y enseguida descubren una serie de penurias y males que golpean a personas particulares, a muchas, que luego ven unidas en inmensidad, marginadas, y despreciadas por

Una reflexión literaria, artística, filosófica, ética o teológica no puede ser comprometida si no hunde sus raíces en la pobreza y dolores humanos, si no se solidariza con la injusticia y opresión de que es objeto el ser humano, hoy en grandes mayorías. Si el corazón no se conmueve, el cerebro no piensa transformativamente ; para ser disidente, hay que ser primero hombre, y para ser hombre hay que experimentar como propia la degradación del prójimo, sentir como propia cualquier injusticia, opresión , humillación o discriminación infligida a cualquier ser humano de la tierra.

Ahí, en el amor, en la compasión, en las entrañas removidas, es donde se enciende la hoguera de la indignación, de la protesta, del compromiso, de la denuncia, del pensar al servicio de la liberación. Son demasiadas las trabas ?históricas, doctrinales, jurídicas, sociales, culturales- que el poder ha establecido en las mentes y que hacen imposible el progreso, la emancipación y la dignificación de los más pobres.

Escribe Ernesto Cardenal: ?La literatura sola , la literatura por la literatura, no sirve para nada. La literatura debe estar al servicio del hombre. Por lo mismo la poseía también debe ser política, pero no propaganda política??. De este poeta revolucionario, escribió el poeta José Mª Valverde:
?Este poeta, de barba ya hace mucho prematuramente blanca, nos da su voz, a un tiempo estremecedora y delicada: estremecedora por la crueldad de que da testimonio y por la ira sagrada que le hace clamar; delicada por la nitidez de su mirada y el mágico ajuste de la palabra en el ritmo. Ernesto Cardenal no es simplemente un
poeta; su lectura nos cambia el mundo y nos llama a cambiar nosotros mismos ante elmundo??.

Escribía también Ignacio Ellacuría:
?El punto de partida de la teología de la liberación es la experiencia humana que, anteel atroz espectáculo de la maldad humana, que pone a la mayoría de la humanidad a la orilla de la muerte y de la desesperación, se rebela y busca corregirla; y la experiencia cristiana que, basada en esa misma realidad, ve desde el Dios cristiano revelado en Jesús , que esa atroz situación de maldad e injusticia es la negación misma del Reino de Dios, de Dios y del hombre, la negación misma de la salvación humana anunciada y prometida por Jesús, una situación que ha hecho de lo que debiera ser Reino de gracia reino de pecado??.

Y Jon Sobrino afirmaba en el X Congreso de Teología:
?El lugar de la Iglesia es la pobreza y lo que eficaz y existencialmente le lleva a ella y a estar con ella es la misericordia. Si los crucificados de este mundo son incapaces de remover las entrañas de la Iglesia, sacarla de sí misma y ponerla al pie de sus cruces, no sabemos qué tendrá fuerza para que la Iglesia se ponga en el ?primer escalón? de la
pobreza??.

Coordenadas básicas de la disidencia

Al hablar de la disidencia, diversas palabras se entrecruzan inmediatamente: poder, cultura dominante, élite dirigente, mayoría sumisa, disidentes.
La cultura dominante configura el pensar de la mayoría
Ningún ser humano entra en la vida con una mentalidad hecha. Debe recibirla. Y esa mentalidad la recibe a través de la familia, la escuela y la sociedad. Lo cual significa que en todo pueblo hay establecida una cultura dominante que configura y guía las conductas de sus miembros.

Por lo común, esa cultura dominante tiende a consolidarse y tiene guardianes encargados de hacerla perdurar. Ellos son, por lo común, repetidores de la misma y señalan como peligrosos a quienes se apartan de ella. En virtud de la obediencia, no de la investigación, aseguran la reproducción del pasado.
El bien de la comunidad tiene su norma referencial en el pasado, en la fidelidad a lo recibido. Las posteriores aportaciones suelen ser vistas como ?vitandas??, por espurias o perjudiciales.
Subyace en este planteamiento una antropología estática y ahistórica, que señala como contenido objetivo de una cultura la originada en una determinada época y cierra el progreso a posteriores enriquecimientos.

La transmisión de la verdad es evolutiva, nunca del todo conseguida
Nunca la tradición cultural de un pueblo, grupo o movimiento histórico, puede considerarse cerrada en un momento determinado, pues el sujeto de esa tradición es la persona y, como tal, ese sujeto es indeterminado, libre y creativo. El desarrollo y descubrimiento de la verdad es, por parte de la mente humana, un tarea inconclusa. La persona humana acrecienta su comprensión de la realidad cósmica, precisamente porque su caminar histórico es un caminar abierto e inventivo.

Esto quiere decir que, aunque la inercia lleve al poder a asegurar la reproducción de la cultura dominante y a la mayoría a no apartarse de ella, es natural que, dentro de esa cultura, surjan ideas, datos y planteamientos nuevos que obliguen a introducir cambios de visión y de conducta. Esta tarea suele realizarla una minoría que, por necesidad, deviene disidente y , en principio, es considerada como peligrosa, peligrosa en aquellos espacios en que las nuevas ideas cuestionen cuotas de bienestar y privilegios de la clase dominante en esa cultura.
El sujeto mayoritario expropiado de su autonomía de pensar

No sé si hemos ponderado la verdad de que la mayor parte de la vida, la mayor parte de nosotros, nos limitamos a reproducir el pensamiento inculcado. El sistema, dentro del que se encuadra la actividad de cada uno, se encarga de que seamos piezas de fiel funcionamiento, de ejecución maquinal de lo mandado.

Sería interesante hacer aplicación de esto a cada una de las áreas profesionales de la vida. ¿Qué son los médicos, por ejemplo, sino fieles ejecutores de un plan de medicina ortodoxamente establecido, en el que gradualmente se los forma, para el que viven sumisamente y del que viven confortablemente? ¿Cuántos médicos hay que tienen inquietud investigadora, pensamiento propio y libertad para disentir de los cánones establecidos? ¿Y cuántos jueces y abogados hay que sean capaces de hacer lo mismo?

Estos cuerpos de la sociedad han sido pacientemente adiestrados, laboriosamente desposeídos de su personalidad, para que sean luego funcionarios de la salud, de la ley o de la justicia. Entre ellos la disidencia es difícil, por no decir nula. El pensamiento de clase anula el pensamiento personal.

Lo mismo cabe decir de la clase clerical: ella es despersonalizada hasta el extremo de que su virtud por excelencia es la obediencia, la obediencia a lo enseñado, que luego convierten en enseñanza y en obediencia de los fieles. Hay un orden de jerarquía escalonado, un Magisterio y una doctrina ?Dogmática, Liturgia, Derecho Canónico- que es preciso hacer cumplir, dejando de lado cualquier opinión: científica , bíblica o teológica que no sea concorde con lo enseñado.
Entre esos dos polos, pues, el de la autoridad indiscutible y el de una personalidad sometida, surge la disidencia. Disidencia inevitable, practicada por quienes no renuncian a pensar, investigar, avanzar y, por lo mismo, cuestionar y cambiar, y vivir sin hipotecar la propia autonomía. O se es persona o se es funcionario; si lo primero se es disidente, si lo segundo se es obediente.

JES?S Y LOS CRISTIANOS DISIDENTES
Disentir significa salirse del asiento, ponerse a distancia de donde los demás están bien acomodados, colocarse fuera del lugar común. El sistema cultural establecido es el asiento de la mayoría. Y en él hay personas que lo presiden, vigilan y coordinan.

El judaísmo era un sistema doctrinal, religioso y sociopolítico bien organizado. Y bien controlado por sus dirigentes. Como la socialdemocracia puede serlo hoy para nosotros: democracia, pluralidad de partidos, libertad de mercado; y también libertad religiosa o diálogo de religiones.
Jesús es para los cristianos norma y paradigma de su pensamiento y conducta. El perteneció a un pueblo, en una determinada época y en él vivió y desarrolló su misión. El fue educado en el conocimiento y respeto de su tradición , leyes y costumbres religiosas.

Hay quienes pretenden reducir a nada las diferencias de Jesús con el judaísmo de su época. Pero inútilmente, porque Jesús enseñó y actuó de tal manera que los dirigentes de su pueblo lo consideraron un heterodoxo y como a tal lo eliminaron. De hecho, Jesús fue ejecutado por blasfemo, por haber criticado la institución más querida del pueblo judío, el templo , es decir, su sistema religioso. El caso de Jesús fue especialmente doloroso, porque se trataba de un judío, uno de ellos, que se atrevía a relativizar no pocas de las verdades y costumbres religiosas y a radicalizar otras.

Jesús no era un iconoclasta, simplemente quería dejar bien claro que ciertas formas de relacionarse con Dios, mediatizadas por el templo, era obsoletas, habían llegado a su fin. Ni privilegios de la casta dirigente, ni automatismos sagrados encomendados a ritos, ofrendas, purificaciones u observancia del sábado, garantizaban por sí mismo la rectitud interior , nada de lo meramente externo podía conferir seguridad a la vida religiosa. Probablemente, Jesús no entró a orar en el templo en los últimos días de su vida, pero hubiera vuelto a hacerlo de no habérselo prohibido los acontecimientos. El no intentaba destruir el templo, sino colocar las cosas en su justo valor. Relativizar no es aniquilar.

Pero la conflictividad provocada por Jesús n o se refirió sólo al templo, sino a otros muchos aspectos: relativizó por ejemplo las minuciosas purificaciones rituales, afirmando que lo que mancha al hombre no es lo que viene de fuera sino lo que brota del corazón; hay un ayuno distinto al practicado comúnmente y es el impuesto por una parte de los saciados a los que pasan hambre; la ley no obliga a tantos y tan enojosos preceptos señalados por una casuística que aleja de Dios; quebrantar el descanso sabático no era, sin más, un pecado ni era razón para ser lapidado, pues ?dueño es el hombre del sábado??; la imagen de Dios, evocada por Jesús, tal como aparece en la parábola del hijo pródigo, es muy diferente de la del Dios que aparecía en aquella sociedad patriarcal, nada de un Dios severo ni justiciero.

En fin, como escribe M. Fraijó:
? Jesús disintió de su familia, de sus discípulos, de los ricos, de los pobres, de los esenios, de los romanos… Disintió del trato que se otorgaba a la mujer, a los niños, a los enfermos, a los pecadores. Con todos buscó la comunión, pero sin ocultar las diferencias, las disidencias.?? (1).

El ejemplo de Jesús nos coloca ante una personalidad fuerte, con convicciones propias, que las sustenta argumentativamente y que no rehuye confrontarlas con otras, pero que no se impacienta ni trata de imponerlas coactivamente. El sabe que la vida tiene su caminos y sus ritmos, es un proceso ante el que hay que saber esperar, esperar hasta que madure. Eso sí, su palabra y denuncia eran claras y contundentes ante los abusos de la injusticia y de la hipocresía, que, por albergar en los dirigentes, tanto dañaban a los más pequeños y desfiguraban el plan de Dios. Jesús fue firme, pero supo disentir, argumentar, probar, esperar. Y supo, como pocos, reaccionar ante los intolerantes con el perdón y el amor.

DISIDENTES POR AMOR AL EVANGELIO
Si Jesús no hubiera disentido del judaísmo, no existiría el cristianismo. El cristianismo es una especie de herejía del judaísmo.
Constatación que nos pone enseguida ante un hecho paradójico: la Iglesia se remite muchas veces a Jesús para perseguir a los disidentes. Hay mucho miedo en las Iglesias a la disidencia. Pero, ¿acaso se puede ignorar que la disidencia sólo se da cuando hay vida independiente, pensamiento propio, que sólo a los muertos les es dado estar de acuerdo entre sí y definitivamente?

La historia podrían darnos cuenta ahora de las divisiones, discrepancias y hostilidades que en la historia del cristianismo fueron surgiendo constantemente. Hoy, y a eso me refiero solamente, las discrepancias existen y son grandes. ¿Cuáles no son las diferencias entre un teólogo como Hans Küng y un dirigente de los Neocatecumenales como Kiko Argüello? ¿Entre un santo como Josemaría Escrivá de Balaguer y un Papa como Juan XXIII o un mártir como Oscar Romero?

No ya el pasado, sino el presente testifica que la disidencia dentro de la Iglesia católica es muy amplia. La culpa de ello es, sin duda, el ?mal ejemplo?? de Jesús.
La cuestión tiene una única raíz: el cristiano es persona y como persona tiene una conciencia que es para él instancia definitiva. ?Si tuviera que brindar, escribió el cardenal Newman, brindaría primero por la conciencia, después por el papa??. La obediencia no se hace, nunca, como término último a ninguna autoridad. La autoridad es mediación para llegar a la verdad, para ayudar a discernirla, no para imponerla precipitadamente o coactivamente. Todos, ?autoridades y súbditos?? debemos obediencia al Evangelio. Se trata, como decía el bueno de Francisco de Asís, ?que nos dejen vivir conforme al Evangelio??.

Seguramente, el disidente se adelanta a su tiempo, es el que abre nuevos caminos para el progreso, pero por eso precisamente habrá de conocer en su vida incomprensión, prohibición o represión. ¿Cuántos censurados y represaliados por la Institución no han sido posteriormente rehabilitados? ?Toda nueva verdad, decía Teilhard de Chardin , nace como herejía, tanto más cuanto más nueva sea??.

Pero a los que ejercieron de inquisidores la historia los trata como lo que son, marionetas del poder, sucumbidos al olvido, conocidos únicamente gracias a sus víctimas.
NOTAS
M. FRAIJ?, ?Entre la disidencia y la tolerancia,?? ?Cristianismo y disidencia,?? Nueva Utopía, Madrid, 1996, p. 101.