Hay cuatro palabras clave que nos orientan para vivir en sintonía con el Papa Francisco y con parte de la Iglesia católica: sinodalidad, comunión, participación y misión.
Los hay que aparatosamente han roto con este papa. Otros, más a la chita callando. Del sínodo nada de nada. Ningún interés. Es su decisión. Espero que no hayan hecho lo mismo con Jesús de Nazaret, pues siempre existe la esperanza de que quien vive cerca de él con honradez, sin prejuicios, limpio el corazón, simplemente con la intención de seguirle como camino de vida, encontrará en él los lazos originales de la comunión que unió a los primeros cristianos. El futuro necesariamente ha de ser marchar juntos, sinodalmente, siguiendo al maestro de Nazaret, en quien confiamos que es un buen camino de vida. ¿Es posible estar ahí y así, tan bien situados, y vivir sin ilusión, sin esperanza, simplemente estando como funcionario autómata cumpliendo su oficio, o pasivamente, con los brazos cruzados, ?viéndolas venir?? como espectadores, o mejor, viéndolas y viéndolos salir, impasibles ellos, a muchos de la Iglesia? Parece que sí. Da la impresión de que también las comunidades católicas, nuestras parroquias, están moribundas. Como la mayoría de sus pastores. Parecen insensibles ante todo lo que pasa a su alrededor. ¿Han dicho algo del cambio climático? ¿Y de la violencia de género? ¿Han manifestado cuál es su postura ecológica? ¿Qué piensan de la guerra en Ucrania? ¿Y de la que luego aparece protago-nizada por HAMAS y el Gobierno de ISRAEL? ¿Han dicho algo de la oposición tan abierta al Papa Francisco? ¿Han analizado y dicho algo de los abusos dentro de la Iglesia? ¿O creemos que la comunidad cristiana no debe meterse en estas ?cosas??? Etc.
Hemos de salir del letargo y ser una comunidad viva. La pasividad parece la nota predominante. Por eso, esa otra palabra sinodal tan importante: participación. Una comunidad viva no nace sola, hay que hacerla con la colaboración de todos. Quizás nos han acostumbrado a que las cosas de la comunidad las deciden los curas, que son los actores y gestores de casi todo, pero no tiene porqué ser así, estando tan de lado los demás y nosotros tan contentos. La parroquia es nuestra comunidad y debemos implicarnos en lo posible en ella, dando y recibiendo. Saldremos ganando mucho, pues es un modo de hacer más intensa, y en consecuencia más atractiva, nuestra vida cristiana.
Me queda por comentar el último aspecto sinodal importante: la misión. Se nos dijo repe-tidamente que no debemos estar siempre mirándonos solo a nosotros mismos. Es verdad que dentro de la Iglesia hay muchas situaciones problemáticas o difíciles que hay que resolver, pero no podemos quedar presos de nuestra complicada realidad y tenemos que cumplir con la misión que los seguidores de Jesús tienen de anunciar el mensaje cristiano de fraternidad universal, lo que deben hacer de manera atractiva para provocar la adhesión y ser cada vez más los que colaboremos en el quehacer del ?Reinado?? de Dios, cuyos ejes son la justicia y la paz, el amor y la verdad, el bienestar de todos y de todo. También este es nuestro quehacer cristiano: ser misioneros, asumir el mandato de Jesús de Nazaret de evangelizar, proclamar la buena noticia de ese amor que es capaz de unirnos a todos entre nosotros y con Dios.
Hay un misionero, Pedro Casaldáliga, que lo fue en Brasil, que nos dice cómo él en-tiende el serlo. El misionero está obligado a estar en la vanguardia o frontera de la evangeliza-ción, intentando hacer siempre lo más oportuno, urgente y eficaz. El misionero debe optar por los procesos de los más pobres, los que sean más mayoritariamente populares, los que estén reivindicando los derechos básicos fundamentales: alimento, salud, educación, tierra, trabajo, techo. En cualquier sitio, la paz de la que se disfrute que sea con dignidad.
Vivir al margen de todo, con las manos limpias y en el bolsillo, también es indigno.
4-2-2024. José María Álvarez. Miembro del Foro de Cristianos Gaspar García Laviana.