Un pueblo bajo las bombas y la globalización de la indiferencia

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Fuente: Observatorio eclesial
El ataque a la iglesia de Gaza y la absurda escalada bélica
Gaza. Las imágenes de la explosión son elocuentes: un disparo de un tanque del ejército israelí ha alcanzado de lleno la iglesia de la Sagrada Familia, parroquia católica de Gaza. En ese recinto, dos iglesias y una escuela, viven refugiadas desde hace casi dos años quinientas personas, familias que han perdido su hogar.

Tres personas han perdido la vida. Otras diez han re-
sultado heridas. Una de ellas, Suhail, colabora con
L’Osservatore Romano con una pequeña columna: «Os
escribo desde Gaza».

La de hace unos días, el 8 de julio, se titulaba «El amor
es más fuerte que la guerra» y concluía así: «Recemos
para que no solo Gaza, sino todo el mundo pueda vivir
algún día en paz, a través del perdón mutuo y la reconciliación.

Un día en el que no haya más guerras, porque
el amor es más fuerte que la guerra».
Las autoridades israelíes se disculparon afirmando que
se trataba de un error, que Israel respeta los lugares de
culto y que se llevará a cabo una investigación sobre el
caso.

Son afirmaciones que ciertamente no pueden tranquili-
zar, no solo porque las desmienten las elocuentes imá-
genes de las mezquitas arrasadas y las iglesias ataca-
das —el ataque contra la iglesia ortodoxa de San Porfi-
rio costó la vida a decenas de personas —, sino tam-
bién porque desde hace año y medio se siguen espe-
rando los resultados de la investigación sobre el asesi-
nato de dos mujeres cristianas tiroteadas por un franco-
tirador en la parroquia de Gaza.

A este respecto, son especialmente significativas las
palabras pronunciadas por el embajador israelí en Italia,
Jonathan Peled, quien dijo: «No tenemos ninguna in-
tención de poner en peligro las instituciones civiles. Pe-
ro los terroristas están en todas partes, incluso en edifi-
cios públicos como escuelas y, lamentablemente, luga-
res de culto».

Estas afirmaciones llaman la atención porque, en cierto
modo, proporcionan el contexto de lo que se ha definido
como un «error». Quinientas personas indefensas, mu-
chas de las cuales se reúnen a diario para rezar el ro-
sario, se han convertido, a su pesar, en un objetivo co-
lateral porque, como dice el embajador Peled, «a veces
estas son las consecuencias de la guerra».

Como bien saben los lectores y oyentes de los medios
de comunicación vaticanos, no hemos esperado a que
murieran cristianos para hablar de las matanzas diarias
en Gaza, donde cada semana mueren decenas de ni-
ños, mujeres y hombres inocentes, víctimas colaterales
de los ataques o de los golpes de quienes deberían ga-
rantizar la distribución segura de alimentos.

No nos ocupamos de las víctimas de Gaza ahora por-
que son cristianas o porque ha sido gravemente herido
Suhail, un joven colaborador de L’Osservatore Romano
que contaba cómo se vive la experiencia cristiana en el
drama de la guerra: todas las víctimas inocentes cla-
man venganza ante Dios, toda vida es sagrada y los
cristianos de la Franja, de todas las confesiones, com-
parten en todo el destino de su pueblo, el martirizado
pueblo palestino.

La masacre inhumana contra Israel perpetrada por los
terroristas de Hamás el 7 de octubre de 2023 fue con-
denada por la Santa Sede con palabras inequívocas,
pidiendo la liberación de todos los rehenes y recono-
ciendo el derecho de Israel a defenderse.
Pero esa masacre inhumana, que ha causado daños a
tantos civiles inocentes, no puede justifi-
car sesenta mil muertos y ciudades arra-
sadas. No puede justificar el silencio y
la inutilidad de tantos que fingen no ver.

Por eso nunca nos cansaremos de denunciar lo absur-
do de esta guerra, repitiendo las palabras que León XIV
dirigió a la Reunión de Obras de Ayuda a las Iglesias
Orientales, el pasado 26 de junio: «Todos nosotros, la
humanidad, estamos llamados a evaluar las causas de
estos conflictos, a verificar las verdaderas y tratar de
superarlas, y a rechazar las falsas, fruto de simulacio-
nes emocionales y retórica, desenmascarándolas con
decisión.

La gente no puede morir a causa de noticias falsas».
Estamos llamados a superar esa globalización de la in-
diferencia por etapas, que nos hace indignarnos con
razón por algunas víctimas y pasar por alto otras.
Estamos llamados a mirar con realismo la situación en
Oriente Medio y la absurda escalada bélica con la con-
tinua apertura de nuevos frentes, como si la supervi-
vencia de los líderes en el poder, tanto en las organiza-
ciones terroristas como en los Estados, dependiera de
la perpetuación infinita de las guerras en lugar de la
paz.

Es hora de que la comunidad internacional recupere por
fin el valor de intervenir con todos los instrumentos que
el derecho pone a su disposición: para silenciar las ar-
mas, poner fin a las matanzas y acabar con los juegos
de poder cuyo precio lo pagan miles de víctimas
inocentes.

(vaticannews.va) 18/07/2025