Moceop en Redes -- Editorial de «Tiempo de Hablar -Tiempo de Actuar» (nº 119)

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Moceop

Un amplio colectivo católico de ámbito estatal, con talante crítico y aperturista, inspirado en el Evangelio y en el espíritu del Vaticano II, ante la compleja situación que están atravesando la sociedad y la Iglesia -que entendemos como consecuencia de un cambio radical de civilización, frecuentemente ignorado por estas instituciones- hemos decidido coordinarnos para actuar con mayor eficacia y responsabilidad, según las exigencias y posibilidades de nuestros días.

Desde un principio, Moceop no dudó ni un momento en integrarse en Redes Cristianas de una manera activa. De hecho estamos en la coordinadora y hasta ahora Ramón Alario ha sido portavoz.

Como seguidores de Jesús de Nazaret nos proponemos anunciar con alegría la Buena Noticia del Reino, presente ya como semilla en este mundo y en la Iglesia, pero abierto a su plenitud en el futuro.

En la carta de identidad de Redes Cristianas hay objetivos que coinciden plenamente con los del MOCEOP:

+ Revisar nuestro estilo de vida y los medios y métodos que utilizamos en las comunidades, movimientos y grupos desde el criterio evangélico de la «diaconía» o «actitud de servicio al otro». Con esta actitud, tratamos de romper la relación vertical con esa jerarquía que crea desigualdad entre las personas dentro de la Iglesia, especialmente con la mujer, y promover y apoyar unas relaciones horizontales que, a través de los ministerios y servicios mutuos y hacia fuera de la comunidad, favorezcan la igual dignidad y fraternidad entre las personas.

+ Contribuir desde todas nuestras posibilidades a la transformación radical de la Iglesia y de su presencia en el mundo. Desde el estilo que rezuma el Evangelio, creemos que nuestra Iglesia necesita una transformación profunda en todas sus dimensiones: bíblicas y teológicas, éticas y morales, pastorales y litúrgicas, místicas y organizativas.

Siguiendo las huellas de muchas personas y movimientos cristianos que en el pasado han dado testimonio de una Iglesia encarnada y servidora del mundo, necesitamos recobrarla hoy como ámbito de vida y libertad, de denuncia y de propuesta, de búsqueda y creatividad, de amistad y alegría. Entre todas y todos vamos intentar sorprender al mundo con la Buena Noticia de que la Iglesia ya se está poniendo en actitud de ser «la sal de la tierra y la luz del mundo», que quiere el Evangelio.

Por esto, hemos decidido dedicar este número casi íntegro a la II Asamblea de Redes Cristianas celebrada en Bilbao.

Fueron unos días de renovar ilusiones, fortalecer ánimos y hacer que no decaiga nuestra «terca esperanza» de que otro mundo es posible y otra iglesia ya va siendo realidad.