Enviado a la página web de Redes Cristianas
Lo que sucede en Gaza es una execración histórica. Y lo más estremecedor no es solo la violencia, los asesinatos, los ataques indiscriminados y desproporcionados o la obstrucción de la ayuda humanitaria, entre otros crímenes de guerra y de lesa humanidad, sino el modo en que Israel está llevando a cabo un genocidio contra el pueblo palestino.
Lo hace con una fría racionalidad, sin el menor temblor, como si exterminar pudiera concebirse como un acto quirúrgico, limpio y aséptico. Y es que, en esta televisada barbarie, el Gobierno de Netanyahu, ha convertido ahora también el hambre en arma de guerra y la diplomacia en cómplice. Y Occidente, que se ufana de encarnar los valores universales, ha optado por el cálculo antes que por la humanidad.
No es neutralidad lo que está realizando la Unión Europea, es colaboración pasiva, envuelta en comunicados esterilizados y tecnocracia moral. La incongruencia es insufrible: permitir que Israel los mate de hambre con razones legales, pasar por alto que bloquee la ayuda humanitaria mientras se emiten alegatos sobre la dignidad humana. Eso no es decadencia, es pura putrefacción con medias y/o corbata.
En este contexto, como si la deshumanización no bastara, y por si hiciera falta aún más cinismo institucional, hace unas fechas, la jefa de la diplomacia europea, Kaja Kallas, advirtió a Israel de que “matar civiles que buscan ayuda humanitaria es indefendible”. Y antes dijo A.
Y antes, B. Y antes, nada. Mediante un mensaje en redes sociales, planteó que “todas las opciones están sobre la mesa” si Israel “no cumple sus promesas”. Resulta alarmante y profundamente hipócrita, el modo en que se dosifican las advertencias, se sustituyen los verbos, se ensayan nuevos eufemismos, se matiza una condena con otra y se adorna lo insoportable con adverbios cautelosos, mientras, la realidad se desangra sin retórica. Y es que la señora Kallas, como Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, y su desvergonzada jefa Úrsula?von?der?Leyen , Presidenta de la Comisión Europea, encarnan una diplomacia incapaz de estar a la altura moral del momento.
Y no por falta de datos ni de información, sino por falta de convicción, de dignidad y de coraje. En vez de proceder con la resolución que requiere el hambre, la desesperación y asesinatos de civiles inocentes, se inclina por demorar, modular, esperar. Como si la muerte y mutilación de niños y personas inocentes por desnutrición o fuego cruzado pudiera acomodarse al calendario diplomático.
No hay guerra en Gaza, es mentira, nunca la hubo, hay genocidio. El que está realizando el criminal, genocida, racista y colonialista Gobierno de Benjamín Netanyahu. Y la hambruna no es el resultado de nada, la hambruna es otra de las armas del genocidio, un arma de diseño, organizada estratégicamente para matar sin tener que echar aterradoras bombas sobre una población dejada a su suerte por todo el mundo. Y es que, lo que está ocurriendo en Gaza y resto de Palestina no tiene parangón histórico.
Es la inmoral vergüenza de Occidente, nuestra indecente degradación como humanidad. Creo que Gaza es el juicio final de nuestra época, y la estamos perdiendo sin tan siquiera presentar defensa. Porque no se trata ya de política exterior, ni de seguridad, ni de alianzas estratégicas: se trata del umbral más básico de la humanidad. Y lo hemos cruzado en dirección contraria.
Estamos viendo morir a inocentes por inanición en directo, y seguimos enviando armas al verdugo. Eso no es “realpolitik”, es barbarie decorada de civilización. Y el precio no es solo moral. Lo que Occidente pierde en Gaza no lo recuperará con tratados ni con ayuda postconflicto. Lo que se derrumba ahí es su alma, como bien dice Josep Borrel, y quizá —solo quizá— ya no haya túnel que conduzca de vuelta. Estados Unidos, Alemania y el conjunto de la Comisión Europea son tan culpables del GENOCIDIO como Israel. Son una vergüenza para nuestra especie humana.
Hoy rigen las sociedades humanas una “ontología de negocios”, una “diplomacia transaccional”, que programa ganancias a gran escala. Para lo cual dibuja mapas, aniquila poblaciones, echa abajo toda la vida en nuestro planeta. Mientras unas grandes plataformas tecnológicas entretienen a la población, nos roban el tiempo, la energía y la conciencia, de manera que podamos soportar toda la crueldad inimaginable con el corazón helado. Desde mi punto de vista, creo que hemos llegado a un punto, en el que ya no se puede esperar nada de las Instituciones Internacionales.
Un punto en el que no hay la más mínima diferencia entre el sionismo y el nazismo: dos ideologías basadas en la asquerosa idea de creerse el pueblo elegido; uno, por motivos de raza; el otro, por considerarse el pueblo escogido de un concreto dios. Y, en esta dual disyuntiva, los no favorecidos son considerados como alimañas a exterminar.
Las tremendas y terribles imágenes que los medios de comunicación nos muestran cada día parecen pertenecer a un pasado oscuro que creíamos superado: el de los campos de exterminio de la Segunda Guerra Mundial. Con dos diferencias notables: una, que hoy el exterminio se comete a la vista de todo el mundo; y otra, que la única diferencia entre las imágenes de Auschwitz y las del campo de exterminio de Gaza es el color.
Como en La náusea, la novela de J.P. Sartre, puedo decir, seguramente como otros millones de ciudadanos, que soy un hombre que se siente abrumado por un profundo sentimiento de repugnancia y vacío existencial ante comportamientos tan inhumanos y bestiales como los de Israel y sus aliados, que no quieren, pueden o saben detener. Ya no existes, Israel. Tú futuro ha quedado cancelado….
(Soto, 01.08.25, f. e.)