Creciente desigualdad de la riqueza, frenada en los últimos años

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La principal fuente para conocer la riqueza o patrimonio de los hogares españoles es la Encuesta Financiera de las Familias (EFF), del Banco de España. La primera aplicación tuvo lugar en 2002 y la última en 2022-23, esta última publicada en 2024. La riqueza total (suma de los activos financieros e inmobiliarios de los hogares menos las deudas pendientes) ha aumentado un 74% entre dichos años, pasando de 3,4 a 5,9 billones de euros. Sin embargo, debido al aumento del número de hogares que han pasado de 14 a 19 millones, el crecimiento de la riqueza media por hogar ha sido bastante menor, del 32%. Hasta aquí el balance es positivo.
El problema es la distribución. Pues mientras la mitad más rica de hogares ha aumentado su riqueza un 41%, la mitad más pobre la ha reducido un 26%. En 2002 el patrimonio de la mitad de España más rica era 6,6 veces mayor que el de la mitad más pobre. Una distancia que llegó a ser de 13,2 en 2020 y ha bajado a 12,5 en 2023.
La evolución de la desigualdad tiene que ver con los ciclos económicos y con las políticas aplicadas en cada momento. Tomando como base las ocho encuestas del Banco de España, los peores resultados se dieron en 2011-2014, que corresponden con la primera legislatura de Mariano Rajoy, cuyas políticas económicas provocaron una pérdida del 37% del valor patrimonial de la mitad más pobre del país, seis veces más que la caída sufrida por la mitad más rica (-6%). Y los mejores resultados han tenido lugar entre 2020 y 2023, con una tasa de crecimiento del 6% de la mitad más pobre frente a un estancamiento del 0,1% de la mitad más rica. Este último frenazo se debe a los descensos de la producción y de las acciones que acompañaron a la crisis de la pandemia y a la guerra de Ucrania, mientras la mejora de los hogares más pobres ha sido consecuencia directa de las políticas económicas adoptadas por los gobiernos de coalición de izquierdas para afrontar la crisis (ERTES y Ayudas a autónomos) y de las medidas laborales que han favorecido la creación de empleo, la subida del salario mínimo y la contratación estable.
Las fluctuaciones de los ciclos económicos y políticos apenas alteran una estructura de profunda desigualdad en la sociedad española, sobre todo entre el 10% de hogares más ricos y el 25% de hogares más pobres. En la última EFF del Banco de España, los más ricos (menos de dos millones de hogares) copan el 66% de las acciones cotizadas en bolsa, el 81% de las no cotizadas y el 65% de los fondos de inversión; la mayoría dispone de segunda vivienda y disfruta de un nivel de consumo superior en todos los órdenes, con más capacidad de ahorro e inversión. En la otra punta, los 12 millones de hogares más pobres disponen de un patrimonio tan exiguo que a duras penas puede hacer frente a sus necesidades cotidianas dando lugar con frecuencia al impago de la vivienda, la luz, el agua o el gas, y el consiguiente problema de desahucio o corte del suministro, así como a situaciones de insolvencia en la compra de alimentos, vestido, y gastos extraordinarios de educación y salud. La mayoría de estos hogares empobrecidos vive de alquiler y sólo el 21% en propiedad. En 2011 tenía casa propia el 46% de este grupo, lo que supone una pérdida de unas 800.000 viviendas propias entre ese año y 2023. Un proceso de desposesión de la vivienda en propiedad, mayormente a causa de los desahucios, que ha aumentado el trasvase de renta desde los hogares pobres hacia los ricos a través de los alquileres.
Dos reflexiones saltan a la vista. En el largo plazo, asistimos a una creciente desigualdad, hasta el punto de que la distancia entre las dos Españas, la rica y la pobre, se ha doblado en sólo dos décadas. Una evolución que se corresponde con la arquitectura capitalista del contexto internacional que está en la base de la escandalosa desigualdad en el reparto de los recursos, entre países y entre personas, con una concentración de poder que abarca, no sólo el dominio de los mercados financieros, sino también el control de fronteras, la explotación de los recursos naturales y la gestión de los medios de comunicación, supeditando a esos intereses la calidad de vida de la población y el cuidado de los ecosistemas.
En el corto plazo, se comprueba también que las políticas adoptadas por gobiernos de izquierdas en la difícil coyuntura de los últimos años han logrado aumentar el empleo, reducir las deudas de los hogares pobres y frenar el proceso de polarización de la riqueza. Un contrapunto a la lógica dominante -capitalista- cuya base se encuentra en los movimientos sociales que defienden a las poblaciones oprimidas y reclaman la socialización del poder, la redistribución de la riqueza y el respeto a la naturaleza, entre otras líneas alternativas. Los cristianos de base, ¿estamos comprometidos en esta dirección?
(Datos elaborados por el Barómetro social de España, de Colectivo Ioé)