Las nuevas condenas judiciales a la iglesia católica inflaman lo que, paso a paso e imparable, va convirtiéndose en un clamor: ¡Hay que revisar el Concordato!De auténtica “crónica de la infamia” califican muchos profesores de religión su odisea frente a la jerarquía católica. “Vulneración de Derechos fundamentales”, “daños morales”, “reproche jurídico absoluto”, “amenaza de los obispos a los profesores”, “conculcación del derecho de huelga, libertad de expresión y garantía de indemnidad”… conceptos así salpican las resoluciones judiciales y las conversaciones amargas de estos docentes.
¿Hasta cuando durará esta vergüenza? ¿Hasta cuando permanecerá el gobierno de brazos cruzados frente al sufrimiento de tantas personas?
Los magistrados del Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) conocen sobradamente el proceder ilegal de la iglesia. Así, en una de sus sentencias, la justicia estableció: “…no son actos aislados sino un comportamiento reflexivo, consciente y voluntario dirigido a la eliminación de los trabajadores conflictivos con desprecio absoluto de sus Derechos fundamentales vulnerados año tras año pese a la reiteración de pronunciamientos judiciales”.
El obispado perpetra la siguiente dinámica: despido encubierto-pleito-sentencia favorable al profesor-readmisión-nuevo despido arbitrario-otro pleito-nueva sentencia favorable al maestro-readmisión-nuevo despido injusto… a veces hasta seis veces. Puede que más.
Y, durante estos kafkianos enredos judiciales con la iglesia, los profesores sucumben a afecciones psicosomáticas, infartos, depresiones, crisis de ansiedad, procesos cancerígenos… resulta imposible evaluar el calvario de estas personas humildes, hombres y mujeres sin más patrimonio que la fuerza de su trabajo.
Recientemente, algunos docentes han recibido unas gotas de justicia tardía en este secarral de ignominia. Así, el TSJC ha fallado favorablemente y condena a la iglesia a indemnizar a dos profesores con veinticuatro mil euros por vulneración de sus derechos sindicales y de libertad de expresión. ¿El “delito” de aquellos maestros? , secundar una huelga.
Nunca me cansaré de repetir que la iglesia no respeta el “apaciguamiento”. Para ella eso representa una debilidad donde hundir la cuchara e imponer sus dogmas. El gobierno ha de enarbolar con firmeza la potencia de sus más de once millones de votos, la legitimidad del poder democrático, la fuerza de la razón. El fin del sufrimiento de trabajadores y la consiguiente revisión del Concordato no puede retrasarse más… Zapatero pon fin a esto.
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