Entrevistas. Jaume Botey es el autor del último cuaderno de Cristianisme i Justícia: “Curas obreros. Compromiso de la Iglesia con el mundo obrero”. Le hacemos algunas preguntas sobre el contenido de su escrito.
1. Con la distancia que dan los años, ¿cómo definirías el movimiento de los curas obreros?De la manera en que formulas la pregunta, parece que lo sitúes todo en el pasado y no estoy de acuerdo con este planteamiento. Hoy continúa habiendo curas obreros en prácticamente toda Europa, Italia y Bélgica. Es cierto que muchos se han jubilado de sus tareas, pero son muchos aún los que siguen en activo y hay también nuevas incorporaciones.
Además, tanto en los orígenes como en la actualidad, es un fenómeno de una extraordinaria vitalidad evangélica, de una espiritualidad profunda, de una humilde presencia de iglesia en el mundo obrero. En ellos no hay triunfalismos, viven el misterio de la encarnación en su sentido más fuerte, teológico y de vida interior. Fue y continúa siendo una fuente de riqueza para la comunidad de creyentes de un modo que no tiene parangón en el pasado. Las personas creyentes debemos darles gracias por su testimonio. Testimonio, que, ciertamente no buscaban: lo que hacen es fruto de la convicción.
2. ¿Cómo describirías en pocas palabras las tensiones del movimiento, la prohibición y los signos de rehabilitación que tuvo que vivir?
Todo fue un inmenso error. Intentaron salvar la distancia que a lo largo de todo el siglo XIX se había establecido entre la fe y el mundo obrero con condenas y excomuniones mutuas. La jerarquía vaticana no supo estar a la altura de las circunstancias. Repito: la jerarquía del Vaticano, porque la condena acabó afectando también a la mayoría de obispos franceses que estaban a favor, así como a los miembros más significativos de las órdenes religiosas. Después de la prohibición, se buscó por diversos caminos rehacer los puentes que se habían volado, pero nunca se llegó a conseguir plenamente. La rehabilitación vino como un elemento más de la nueva perspectiva teológica impulsada por el Concilio. De hecho, los curas obreros fueron unos precursores de la teología conciliar, y por eso, el Concilio supuso para ellos como una especie de rehabilitación después de años de silencio y condena.
3. ¿Qué es aquello que más valoras del movimiento como experiencia de Iglesia en el siglo XX?
Dos cosas. En primer lugar, la voluntad de cercanía a los pobres, con todo lo que suponía de austeridad, cambio de mentalidad y anonadamiento personal asumido. Y en segundo lugar, la espiritualidad de la encarnación. Son como dos caras de la misma moneda. Además, hay muchas otras cosas ejemplares como la renuncia a criticar a la jerarquía y a otros compañeros que han optado por vías más institucionales. Vivir una vida sencilla, sin pretender hablar ex cátedra, con una espiritualidad muy cercana a la de Charles de Foucauld.
4. ¿Es posible soñar o imaginar que en la Iglesia de hoy pueda darse una experiencia de compromiso y espiritualidad tan encarnada como la de los curas obreros?
Ni la Iglesia es la misma, ni tampoco lo son el mundo o la clase obrera. De todas formas, aunque desde un tiempo a esta parte la jerarquía está impulsando el retorno a la mentalidad y la teología preconciliares, la iglesia de base intenta seguir estando muy cerca de los caminos del evangelio. Desde esta veta profunda surgirán nuevas experiencias de acercamiento al mundo de los más desfavorecidos, que hoy no coinciden con la clase obrera que representan los sindicatos mayoritarios. Seguramente hoy estaremos ante experiencias vinculadas a la inmigración, a la inmensa bolsa de parados, al desahucio de miles de viviendas, a mujeres maltratadas, a personas que sufren adicciones… En definitiva, a medida que el capitalismo se endurece, deja cada vez más personas sin la posibilidad de vivir con dignidad. Son las grandes bolsas de marginación, hoy tan complejas y con miembros de orígenes sociales diversos en su seno. Pues allí hay mucha gente que hoy, silenciosamente, está presente dando apoyo y esperanza.