Lecturas
Is 66,10-14c: Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz
Salmo responsorial 65: Aclamad al Señor, tierra entera
Gál 6,14-18: Yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús
Lc 10,1-12.17-20: Anuncien que el reinado de Dios ha llegado
Is 66, 10-14: Como a un niño a quien su madre consuela, así los consolaré yo.
La alegría del pueblo de Israel cuando contempla su renacer después de todas las amarguras del destierro la muestra el tercer Isaías con la figura del parto y los hijos recién nacidos que necesitan de la madre para mamar de sus pechos y recibir sus consuelos, los llevaran en sus brazos y sobre las rodillas los acariciarán. Están en la mano del Señor y como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo.
La figura de Dios Madre es muy querida para los profetas. Sin duda la experiencia familiar del padre, de la madre y de los hijos, es quizás la más admirable y comprensible para todos, cuando se quiere hablar del amor de Dios.
Cuando la Biblia habla de Dios Padre, ciertamente no está determinando el género masculino de la divinidad. Es cierto que esta denominación y esta traducción están condicionadas sociológicamente y sancionadas por una sociedad de carácter varonil. Pero, realmente, a Dios no se le quiere concebir simplemente como a un varón. Sobre todo en los profetas, Dios presenta rasgos femeninos maternales. La noción de Padre aplicada a Dios, debe interpretarse simbólicamente. Padre es un símbolo patriarcal -con rasgos maternales-, de una realidad transhumana y transexual que es la primera y la última de todas.
El profeta Oseas en el capítulo undécimo, trae uno de los textos más bellos del Antiguo Testamento. La experiencia del amor de Dios hace decir al profeta que el Señor ha ejercido las tareas de un padre-madre con el pueblo. También otros profetas presentan a Dios con características materno-paternales: un Dios que consuela a los hijos que se marchan llorando, porque los conduce hacia torrentes por vía llana y sin tropiezos (Jer 31,9); un Dios a quien le duele reprenderlos: ¡Si es mi hijo querido Efraim, mi niño, mi encanto! Cada vez que le reprendo me acuerdo de ello, se me conmueven las entrañas y cedo a la compasión. (Jer 31,20).
Esa ternura del amor de Dios queda expresada de manera inigualable en la figura de la madre:
¿Puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré (Is 49,15).
Como a un niño a quien su madre consuela, así los consolaré yo (Is 66,13).
Realmente el pueblo se sentía hijo de Yahveh. Desde la primera experiencia salvífica de Dios en la salida de Egipto, el Señor ordenó a Moisés decir al Faraón: Así dice el Señor. Israel es mi hijo primogénito, y yo te ordeno que dejes salir a mi hijo para que me sirva (Ex 4,23). Y esa seguridad que la experiencia de Dios-Padre daba a los israelitas no les permitía sentirse huérfanos porque, si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá (Sal 27, 10).
La paternidad de Dios evocaba también una atención especial y una relación de protección de frente a aquellos que necesitaban ayuda y cuidado. Los profetas muestran la predilección de Dios por los pobres, los pecadores, los huérfanos y las viudas, en una palabra por todos aquellos que sólo podían esperar la salvación de la intervención amorosa del Padre-Madre que se preocupa más por los hijos desprotegidos y abandonados que por los demás.
Salmo 65 (66): Bendito sea Dios que no me ha retirado su amor
Se trata de un salmo cuya primera parte es un himno de alabanza y luego, a partir del versículo 13 continúa con una acción de gracias.
Los motivos de la alabanza son el poder soberano de Dios en favor de la humanidad, los prodigios que vivió el pueblo a la salida de Egipto, el paso del Mar Rojo y como se fueron rindiendo los enemigos.
Se invita a todos los pueblos a alabar al Señor, ya no por las acciones pasadas sino por los beneficios a la comunidad del salmista que se convierten entonces en motivos para la acción de gracias, peligros y pruebas ante las cuales la comunidad acude al Señor quien los escucha.
Todo el salmo es una invitación a los oyentes: la tierra entera, el pueblo de Israel, y los fieles a Dios, para alabar al Señor y dar gracias, porque Dios nos salva y nos protege aunque nos haga pasar por fuertes pruebas.
Gal 6, 14-18: ¿Para qué ser bien vistos en lo humano si no puedo gloriarme en la cruz de Cristo?
En la despedida de su carta a los Gálatas, Pablo de manera muy sintética reafirma dos de sus temas preferidos. La salvación no se da por la ley, y el hombre en Cristo es una nueva criatura.
La circuncisión era una muestra clara del cumplimiento de la Ley, pero Pablo les dice a los Gálatas que la salvación no proviene de la ley sino de Cristo. Y se apoya en la Cruz, signo de ignominia para los romanos, los paganos y los judíos, que ahora es el signo de la victoria y de la salvación, y por eso Pablo se gloría en ella, como también todos los cristianos, porque de ella brota la vida.
Circuncidarse o no circuncidarse no es lo importante. Lo importante es renacer como nueva criatura. El mundo de la ley ha muerto. Ya no hay diferencia entre judíos y paganos. Ya no hay circuncisos e incircuncisos, lo único que cuenta es el hombre nuevo, el hombre que es capaz de superar la tragedia del pecado y realizar el proceso de la resurrección de Jesús, para vivir como una persona nueva.
Lc 10, 1-12.17-20: Envío de los 72 discípulos .
Por segunda vez en el evangelio de Lucas, Jesús envía a sus discípulos a la misión. Ahora la época de la cosecha ha llegado y es necesario muchos obreros para recoger la mies; son setenta y dos, un número que evoca la traducción de los Setenta en Génesis 10, en donde aparecen setenta y dos naciones paganas. Jesús va camino hacia Jerusalén, el camino que debe ser modelo del camino de la Iglesia futura. Salen de dos en dos para que el testimonio tenga valor jurídico según la ley judía (cfr. Dt 17,6; 19,15).
La misión no será fácil; debe llevarse a cabo en medio de la pobreza, sin alforjas ni provisiones. La misión es urgente y nada puede estorbarla, por eso no pueden detenerse a saludar durante el camino; tampoco los discípulos deben forzar a nadie para que los escuchen pero sí es el deber anunciar la proximidad del Reino.
Este modelo de evangelización es siempre actual. Ciertamente es una tarea difícil si se quiere ser fieles al evangelio de Jesús. Muchas veces por una falsa comprensión de la inculturación se hacen concesiones que van contra la esencia del evangelio.
Cuando los discípulos regresan de la misión están llenos de alegría. Hay una expresión que merece un poco de atención: Hasta los demonios se nos someten en tu nombre. ¿Qué significado tienen los demonios? Una breve explicación del término se dará al final.
Jesús manifiesta su alegría porque se han vencido las fuerzas del mal, porque él rechaza cualquier forma de dominio, y exhorta a sus discípulos a no vanagloriarse por las cosas de este mundo. Lo importante es tener el nombre inscrito en el cielo, es decir participar de las exigencias del Reino y vivir de acuerdo con ellas. (cfr. Ex 32,32).
Hay otro motivo de alegría para bendecir la Padre. Sus discípulos son una muestra de que el Reino se revela a los sencillos y humildes. No son los conocimientos lo que permite la experiencia del Reino. Es esa experiencia de Dios por medio del contacto íntimo con Jesús y su seguimiento.
Los demonios y las posesiones en los evangelios
Los evangelios llaman posesos a aquellos que tenían dentro un daimonion (diminutivo de la palabra daimôn). Daimonion aparece muy frecuentemente en los evangelios. Ahora bien es completamente cierto que las palabras daimonion, daimôn no tienen ninguna relación etimológica con Satanás o diablo. El significado más antiguo de daimonion fue el de una divinidad menor. De aquí pasó a significar seres intermediarios, poderes mágicos impersonales en el hombre, genio tutelar. También significó la voz interior que habla al hombre, guiándole y aconsejándole. Platón dice que Sócrates estaba inspirado por un demonio. En general, la palabra se usaba para indicar poderes invisibles o desconocidos, y se aplicaba a todo aquello que sobrecoge al ser humano. En aquel tiempo se creía que los demonios podían causar enfermedades a los hombres, mala fortuna. Esa palabra se usaba para referirse a las enfermedades interiores, aquellas cuya causa no era perceptible.
En los evangelios la palabra aparece siempre en neutro, como algo impersonal, como un poder o fuerza misteriosa, como algo dañino, por lo general carente de personalidad. Demonio en los evangelios no es un sustantivo, sino una entidad que produce males, por lo tanto mejor que traducir poseídos por demonios, sería decir afligidos por poderes perniciosos y malignos. Nos habríamos ahorrado esa falsa concepción de posesión diabólica que tantos traumas ha causado a las personas y que aún sigue causando.
En tiempo de Jesús los judíos no llamaban endemoniados a todos los enfermos. Ellos establecían diferencias entre los enfermos por causas no perceptibles, internas y los enfermos cuya causa era visible. Por ejemplo la epilepsia y la locura podían tener causas orgánicas, cerebrales, pero tales lesiones eran internas, no perceptibles. Algunas parálisis, en cambio podía tener en los comienzos causas psicológicas, pero provocaron atrofia muscular claramente visible. En este caso la parálisis aunque de origen psicológico, nunca se atribuía a los demonios. Y la epilepsia, no obstante su origen orgánico era considerada como una posesión.
Pero hay ciertas expresiones en los evangelios que dan pie para afirmar que Jesús identificaba demonios y Satanás cuando, al regresar los discípulos de la misión a que habían sido enviados dijeron al Señor con gran satisfacción: hasta los demonios se nos sometían en tu nombre. Y él les dijo: Veía yo a Satanás caer como un rayo (Lc 10, 17s). Según muchos autores, está frase no está en su contexto. Inclusive algunos piensan que no estaba en la obra original de Lc. Parece que no se refiere para nada a la expulsión de los demonios. La literatura judía no establece una relación entre Satanás y los espíritus inmundos o los demonios causantes de enfermedades. Para los discípulos Satanás y los demonios son dos cosas distintas. La frase de Jesús tiene un significado religioso, profético, de la victoria del cristianismo sobre el mal.
Los partidarios del demonio objetan diciendo que se trata de verdaderos seres, de demonios personales. La actitud de Jesús frente a los endemoniados lo confirma, pues en tales casos sus palabras demuestran que se está enfrentando no con una enfermedad, sino con una entidad distinta de la del enfermo. En efecto él les ordena enérgicamente que abandonen al paciente.
Hay tres textos: Cuando Jesús desciende del monte de la transfiguración, para conjurar al epiléptico, conjuró solemnemente al espíritu inmundo diciéndole. (Mc 9,25): Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando, sal de él y no vuelvas a entrar en él. Para curar al loco de la sinagoga de Cafarnaum Jesús lo conjuró con la orden: Cállate y sal de él (Mc 1,25). Lo mismo sucede con el loco furioso de Gerasa. Jesús le decía: Sal espíritu inmundo de ese hombre (Mc 5,8).
A estos ejemplos ¿qué podemos responder? En primer lugar es una excelente táctica psicológica acomodarse a la mentalidad del enfermo para que, una vez establecido la relación, arrancarlo de su auto hipnotismo.
En segundo lugar, algunos exégetas dicen que no tiene sentido dar una orden a una enfermedad y no a un demonio. A esto decimos que los mismos verbos que Jesús usa con los demonios, los utiliza en el caso de la tempestad cuando se dirige a viento (Mt 8,26) y al mar (Mt 8,26). Con estas expresiones no se afirma que la tempestad, las olas, el viento, la fiebre, la lepra sean demonios.
Lo mismo podemos decir a propósito de la expresión frecuentemente usada en los evangelios: los demonios salían de los poseídos (Lc 4,41); pero lo mismo se dice a propósito de la fiebre: la dejó hablando de un enfermo. La lepra lo dejó se dice en otro lugar (Mc 1,42).
En realidad Jesús no fue exorcista ni confirió a sus discípulos el poder de exorcizar, es decir no empleó fórmulas especiales para los endemoniados. Jesús curó y dio a sus apóstoles el poder de curar enfermedades internas y externas. Jesús curó a los endemoniados de la misma manera que a los enfermos por causas externas: con su palabra, por imposición de manos, con su presencia, y por su autoridad.
Ahora se trata de un cambio de mentalidad. Una lectura que no tenía en cuenta los avances de la lingüística nos había dado una interpretación que no se ajustaba a la realidad. Los modernos estudios del lenguaje el Nuevo Testamento nos permiten darle su verdadero sentido a expresiones que tradicionalmente se habían entendido con otra significación.
Para ampliar el tema cfr. Diccionario KITTEL, tomo 2: Daimon y HAAG, Herbert. El Diablo: su existencia como problema. Barcelona, Herder, 1978 Págs. 211s.
El evangelio de hoy no está recogido en la serie «Un tal Jesús», pero en ella puede encontrarse varios episodios relacionados con el contenido de ese evangelio.
Para la revisión de vida
– ¿Podría ser yo -un cualquiera como soy- uno de los discípulos comunes que Jesús envió? ¿O considero que sólo los grandes pueden ser «apóstoles»?
-¿Tengo capacidad para captar, desde mi pequeñez, «estas cosas del Reino de Dios», que muchas veces los grandes y sabios no captan? ¿Me ayudan mi sencillez y humildad? ¿Estoy feliz de saborear en el corazón esta sabiduría?
-«Como un niño a quien su madre consuela, así los consolaré yo a ustedes» (Is 66,13). ¿Son todas masculinas las imágenes con que yo me relaciono con Dios? ¿O casi todas? Aparte del número, en realidad, mi imagen de Dios es masculina, patriarcal? ¿Qué significa eso?
Para la reunión de grupo– ¿Vale este texto para aplicarlo a nuestra situación actual, cuando en realidad, más que hora de cosechar es hora de sembrar?
– «Los pobres y los ricos están en igualdad de oportunidades ante la salvación de Dios». Discutir esa frase. ¿Es verdad? ¿En qué aspectos sí y en cuáles no? ¿Tiene Dios acepción de personas? ¿Es irrelevante ante Dios ser rico o pobre?
– ¿Qué será eso que en teología se llama el «privilegio hermenéutico» de los pobres? [«hermenéutico» = interpretativo, de interpretación].
– ¿A qué se referirá Jesús cuando habla de «estas cosas» que han sido reveladas a los pequeños y que no logran captar los sabios e inteligentes?
Para la oración de los fieles
– Coloquemos nuestras peticiones en la mesa eucarística, con la seguridad de que el Padre-Madre del cielo las acogerá con ternura y amor.
– Te pedimos por tu Iglesia, para que sea reveladora de tu voluntad y acoja a los sencillos y humildes como portadores de tu palabra para el mundo de hoy. R/ Te rogamos, óyenos.
– Por todos los aquí reunidos, para que seamos capaces de comunicar el amor de Dios, Padre-Madre, a todos nuestros hermanos. R/ Te rogamos, óyenos.
– Te pedimos que envíes evangelizadores comprometidos con el evangelio, que sepan irradiar con sus vidas el amor que han recibido del Señor. R/ Te rogamos, óyenos
Oración comunitaria
Te rogamos, Padre Bueno que acojas las súplicas que te hemos presentado y nos recibas y consueles a nosotros mismos de la misma manera que una madre acoge y consuela a sus pequeños hijos. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.