«Ya no eres un monje, eres un tipo rapado» es el titular de un art. del nuevo periódico PUBLICO, publicado el 12 de octubre pasado, sobre la crisis de la antigua Birmania (http://www.publico.es/006292/). En él se narra la terrible represión que han sufrido los monjes budistas y los ciudadanos que participaron en las marchas pacíficas, entre ellos también niños, contra la dictadura de la Junta militar. Los militares hablan de la detención de unas cien personas, pero la oposición estima que los detenidos son más de 10.000. La Junta militar admite que durante la represión habían muerto unas 10 personas, pero se va sabiendo que esa cifra se eleva a más de 300.
¿Qué hace la opinión mundial? El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó una declaración, no una resolución, en donde «deplora con firmeza» la represión del régimen militar birmano e invita a un «diálogo» para conseguir la Paz. Y, para ello, enviará de nuevo a su enviado especial Ibrahim Bambari, para visitar los países limítrofes de la zona: Tailandia, Malasia, Indonesia, India, China, volviendo a visitar Birmania. ¿Porqué esa actitud tan blanda de la ONU? ¿Qué podemos hacer nosotros desde nuestra comodidad de occidente?
Para contestarnos, primero habrá que saber qué intereses pueden estar involucrados en este conflicto. Siguiendo a algunos medios, entre ellos el comentario del periodista venezolano Marcel Roo, publicado por InSurGente (http://www.insurgente.org/modules.php?name=News&file=article&sid=11249 ) y el artículo publicada en PUBLICO el 29 de septiembre pasado, podemos tratar de contestar a nuestras preguntas, sabiendo quién gana y quién pierde en este conflicto.
¿Quién gana?
Ante todo, EEUU. No es extraño que la represión haya comenzado en forma simultánea al discurso realizado en la 62 Asamblea de la ONU por el presidente de EEUU, George Bush, quien exigió «libertad» para ese país. El interés de EEUU es el Gas birmano que explota la compañía estadounidense Chevron y las piedras preciosas. Por otra parte, EEUU apoya al primer ministro birmano en el exilio, Sein Win, en cuyo país reside hace una década. No tiene el peso de la premio Nóbel de la Paz 1991, Aung San Suu Kyi , pero podría ser puesto por EEUU como figura presentable de transición, si se logra «convencer» a la Junta militar.
En segundo lugar, China, que es quien respalda, sobre todo, al régimen militar de Rangún, aunque no puede permitirse un apoyo incondicional, por la cercanía de los Juegos Olímpicos, pero sí pudo, junto con Rusia, oponerse en el Consejo de Seguridad a que se condenara y se impusieran sanciones a la Junta. Y China respalda a la Junta por el próximo contrato para la construcción de un gasoducto para transporte del gas birmano.
Francia es otro país muy interesado en Birmania. La petrolera francesa Total, heredera de la absorbida Elf, es quien continúa con los permisos de explotación de gas en Birmania. Sarkosy recibió ha poco en el Elíseo, con todos los honores, a Sein Win, lo que prueba la red de intereses de Francia en Birmania, cercanos a EEUU.
Tailandia es otro país que gana con la crisis birmana, pues es el vecino que importa, casi exclusivamente, el gas birmano y las gemas. Nadie le ha exigido que cierre el grifo de esas importaciones, lo que pondría de rodillas a la Junta militar de Rangún.
India también está interesada en recibir una terminal de ese gasoducto, en pugna con China, Para ello una empresa india negocia sin complejos la venta de helicópteros de ataque a Rangún.
La postura de la Unión Europea en este asunto, no puede ser más «patética», a juicio de la ONG británica Burma Campaign. «Hasta ahora ?afirma esta ONG- la posición de la UE consiste en decir a los birmanos: no les vendemos armas, pero haremos negocios con Uds. para que puedan comprarlas en otros sitios».
¿Quién pierde?
Está claro que el pueblo, la oposición democrática a la Junta militar y, sobre todo, la Premio Nóbel de la Paz 1991, Aung San Suu Kyi, quien, posiblemente, no saldrá de su arresto domiciliario y no podrá ver reconocida su victoria electoral sobre la Junta militar, a juzgar por los intereses de EEUU, China y Francia, más favorables al ex primer ministro birmano Sein Win.
¿Qué podemos hacer nosotros?
Sobre todo, presionar a las empresas occidentales que hacen negocios con la dictadura, como lo ha hecho la izquierda holandesa. El Partido Laboralista y otros dos grupos de izquierda de este país, han pedido a la gente que, para repostar gasolina, no utilicen las estaciones de servicio de la empresa Total. En España, las gasolineras de Total son las de Cepsa-Elf, por ello, también nosotros podemos unirnos a la campaña que circula por los correos electrónicos: Boicot a las gasolineras de Cepsa-Elf.
Antonio Moreno de la Fuente
Sevilla. Octubre 2007