Mons. Gérard Daucourt, obispo de Nanterre (en los alrededores de París) ha venido frecuentemente a Taizé. Ha acompañado a la comunidad en varias de las grandes etapas de su vida. Esta vez animó un taller para los jóvenes a partir de la siguiente pregunta: ¿qué podemos hacer ante el miedo al futuro? Los jóvenes franceses que estaban en Taizé esa semana querían reflexionar sobre el sentido de los disturbios de noviembre pasado que tuvo lugar en numerosos barrios, como también la reciente movilización contra el nuevo contrato de trabajo para los jóvenes en marzo y abril.
Los jóvenes decían que, más que reinvindicaciones precisas, ambos acontecimientos traducían el miedo frente al futuro que paraliza a algunos expresándolo con virulencia. En el taller se encontraban presentes muchos jóvenes franceses, pero también alemanes, australianos, estadounidenses y una colombiana. Los que no venían de Francia escuchaban con atención lo que los franceses intentaban expresar. Mons. Daucourt subrayó que estaba allí para escuchar y no para analizar. Sin embargo, dejó cuatro pistas para la reflexión:
El miedo al futuro, ¿acaso no sería en primer lugar el miedo a no ser reconocido(a)? Muchas reinvindicaciones son primeramente llamadas a ser amados. «¡Amadnos!» parecen decir muchos jóvenes.
El miedo al futuro puede proceder de una desconfianza respecto a la palabra de algunos adultos: «Vosotros decid eso, ¡pero no lo creéis!» ¿Cómo podemos encontrar una coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos? «Hacer lo que decimos y decir lo que hacemos.»
El miedo al futuro es quizás también un miedo a uno mismo. En la resurrección, existe la posibilidad de decir sí a todo lo que me habita, a todo lo que soy. ¿Cómo podemos reformular, a la luz de la resurrección, ese gran sí a la vida? Ese sí sabrá sacarnos de las seguridades artificiales de una sociedad obsesionada por el deseo de no correr ningún riesgo. ¿Cómo podemos redescubrir el gusto por la aventura, la aventura de la generosidad sin cálculo?