Breve encíclica o comunicado del papa
«La iglesia de Jesús, iluminada por el Espíritu, está convencida de que la humanidad entra en una nueva era y, por tanto, ha de responder a los signos de los tiempos nuevos.
La organización administrativa, el derecho canónico, el funcionariado clerical dio ya sus frutos, en tiempos pasados, a la manera como la ley hizo de niñera, en el Antiguo Testamento, para el amadísimo pueblo de Israel.
Estamos convencidos de que en esta nueva era, tanto la organización eclesial, como su funcionariado, como el derecho canónico que lo sustenta son un obstáculo para el evangelio. Ha llegado, pues, la hora de devolver al Espíritu lo que es del Espíritu.
Cada comunidad de seguidores de Nuestro Señor Jesús, esté donde esté, es ella, en sí misma, la iglesia del Señor. Así debéis actuar. Siempre en comunión con el resto de comunidades del Señor. Sin perder de vista el consejo de nuestros padres: unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo. Cada uno en comunidad; vuestra comunidad en sintonía con las comunidades limítrofes sois poseedores del Espíritu para que seáis uno en el Señor.
La Iglesia de Jesús necesita, quizás hoy más que nunca, hombres y mujeres que, sin encargo del clero oficial o incluso con la resistencia de ellos, llenen de un nuevo vigor, como comunidad de creyentes, la sociedad desconcertada y dolorida que tenemos.
Tratad, desde esas pequeñas comunidades, dar un nuevo rostro a la eucaristía, al confesionario, a los demás sacramentos, que con el correr de los tiempos han sido víctimas de la enfermedad de una dictadura eclesial que se ha arropado con la divinidad, para así perpetuarse.
Os comunico con toda alegría que con esta fecha renuncio a todo honor o título de poder mundano. De ahora en adelante, sólo retendré sobre mis hombros la pesada y alegre carga de ser vuestro hermano mayor en el amor. A mí podréis acudir cuando vosotros no hayáis podido sintonizar vuestros diferentes puntos de vista. Desde mi posición de hermano mayor, consultaré al resto de comunidades de otros lugares para así encontrar, entre todos, el camino más recto y que todas las iglesias se sientan corresponsables en la búsqueda de la verdad.
También os comunico el gozo que me ha producido la renuncia, por parte de toda la antigua curia roma11a, a sus títulos, honores y prebendas humanas. Todos, empezando por los cardenales, arzobispos, nuncios, monseñores de todo tipo y color han depuesto sus ropajes y renunciado a sus salarios. Gran parte de ellos, los que están en edad de trabajar, se ofrece a vuestras comunidades, en cualquier parte del mundo, sobre todo las más pobres, para servir cada uno en lo que vuestras comunidades les asignéis.
En adelante vosotros elegiréis a vuestros presbíteros entre los que consideréis más idóneos para presidir la Eucaristía y promover la paz. Para cada función escoged a los más prr¡?parados: los más conocedores de las Sagradas Escritura, los que mejor y más claro lean en público, los que posean el don de cuidar con más amor a los más pobres y así en todo lo demás. Aprovechad los carismas de todos para el Señor.
Sed la sal y la luz para el corazón del hombre. Llevad la alegría y la esperanza al hombre apaleado. La sociedad está mal porque el hombre está mal. Cuidad más del hombre que de la leyes de los hombres. Sanad al hombre y la sociedad se sanará. El Reino del Padre no vendrá por el camino de la política sino a través del corazón del hombre. La cristiandad ha pasado, ha llegado la hora de los creyentes. El mundo no se hace cristiano con leyes sino con fe. Sed levadura, sal y luz, y esperad un nuevo amanecer.
Que existe la maldad por todas parte, no hay que demostrarlo. Pero si tenéis los ojos limpios y os ilumina el Espíritu, quizá veáis que la tierra está también llena de hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, de corazón sano y fraterno. ¿ Y no era eso lo que quería Nuestro Señor Jesús?
Id por todas partes llevando el mensaje de ]esús. Entrad en los barrios, en las aldeas, en los palacios. Si os acogen, anunciad al Señor sin recibir nada a cambio, si os expulsan, sacudíos las sandalias para no llevaros ni el polvo. No exijáis ningún derecho. Pero decirles que Dios está cerca.
No temáis si la Iglesia católica pierde brillo y esplendor social. N o temáis si los templos de piedra se transforman en monumentos turísticos. N o olvidéis que el verdadero templo de Jesús sois vosotros. No está bien cuidarnos del esplendor de nuestros templos de cemento mientras se arrastran por las calles, las colas del Inem, las alcantarillas, las chabolas… nuestros hermanos apaleados como el de Jericó.
Jesús Nuestro Señor tuvo como misión sanar al hombre, fló levantar altares, construir confesionarios y basílicas o poner cruces en lo alto de los montes.
Cumplió su cometido la cristiandad. Como cumplió su cometido la Torá, antes de Jesús. Tengamos el valor de dar una oportunidad al Espíritu, porque ha llegado su hora.
Muchas preguntas quedan en el aire. Quizá ahora no sepamos responder. Pero la Historia y el Espíritu nos las aclararán.
No quiero firmar como siervo de los siervos del Señor, porque nunca fui siervo. Os envío un abrazo como hermano mayor en el Señor.
Tomado de “Roma , tenemos un problema” de Luis Alemán Mur