Me parece bochornoso el espectáculo que está dando la clerecía católica, ora los obispos españoles y sus homólogos en diversas partes del mundo, ora el Papa. Ellos y toda la gente que les sigue dan auténtica pena. ¿Qué pensarán que le están ofreciendo a la humanidad? ¿O es que lo suyo es distribuir dosis de piedad como quien distribuye éxtasis en una discoteca? Así no me extraña que se disputen la calle con la competencia.
Esa religión sentimental y autocomplaciente que predica la iglesia romana no es más que un analgésico para la conciencia. Para nada es profética. Nada se propone en beneficio de la humanidad, ningún cambio social ni de sistema, nada. Tan solo le preocupa defender su territorio imperial como en plena Edad Media, ponerse del lado de los poderosos y cerrar murallas ante todo cuanto pueda significar disminución de sus prebendas.
La mayor preocupación de los dirigentes eclesiásticos sigue siendo la de colonizar mentes a fin de mantener su domino sobre las personas, como ha hecho durante siglos amparada en el temor al fuego eterno y al no tan eterno de los poderes temporales que mantuvieron las obligatorias cuotas de práctica religiosa en las poblaciones dominadas. La vida del espíritu les es del todo indiferente, y en todas sus acciones se manifiesta por encima de todo el afán de poder.
Hábiles estrategas, echan mano de las almas bondadosas para decir que la «Iglesia también hace cosas buenas», y a ese fin reparte títulos de filiación a todas las personas que recitan su «Credo», piensen como piensen, sientan como sientan, vivan como vivan, hagan lo que hagan socialmente, con una generosidad ampliamente calculada para poder decir «todos somos Iglesia». Todos, incluso los políticos y dictadores más criminales con tal de que vayan a misa. Y ahí van luego conduciendo el rebaño al son de ese cencerro mágico que previamente les dijeron que les guiaba hacia el cielo.
Vergüenza sentiría yo de esos pastores si me sintiese parte del rebaño. Con un libro en la mano que dicen que dice lo que Jesús dijo y haciendo ellos lo contrario. Hace falta querer estar ciego para no verlo. ¿Como no van a querer seguir hundiendo sus tentáculos en los centros de enseñanza si las únicas mentes que no pueden reaccionar ante tanta contradicción y tanto disparate son las infantiles? Ninguna mente adulta que no haya sido previamente secuestrada puede aceptar una doctrina como la que predica esa institución. Ninguna excepto las que quieran anestesiarse, drogarse de sensaciones piadosas para así vivir sin conciencia esta dilapidación permanente de los recursos del planeta y la explotación inhumana de su población, que es a lo que nos somete el materialismo neoliberal que gobierna el mundo.
Seguir pensando en el beneficio propio en vez de considerar el bien común en un mundo que se cae a pedazos es el colmo de la necedad. ¿Dónde está pues la sabiduría de la religión? ¿Dónde esa buena nueva para todos los pueblos que se desprende del mensaje evangélico? ¿En la defensa a ultranza de la cristiandad pretenden que esté? ¿No en la convivencia de todas las culturas y todas las religiones?
No es de errores puntuales de lo que hay que acusar a los responsables de esa clerecía que predica unas tales doctrinas, no. Es de ceguera absoluta, de falta de humanidad en sus corazones, de poner en primer lugar su propio bienestar y el de quienes les siguen de cerca y les rinden vasallaje sin tener en cuenta para nada los graves males que aquejan a la Humanidad entera. ?se es el error, no puntual sino permanente, de esa institución eclesiástica que con añoranza del pasado sigue sin entender los problemas del presente. Un error que les lleva a mirar sólo al cielo, a dejarse cegar por esa luz que dicen es divina, y que les impide ver el rostro sufriente de los seres humanos.