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1. Razon del tema
La Semana Santa fue un hecho único en la historia de la humanidad. Sujeto y protagonista de la misma fue Jesus de Nazaret, que culminó su vida con la victoria inaudita de la resurrección. Pero esta Semana Santa se realizó y tuvo sentido en la humanidad y para su liberación. No podía, por tanto, pasar desapercibida u olvidada y se fueron sucediendo formas de conmemorarla y aplicarla en cada tiempo.
Y, por siglos, en la Cristiandad, prevaleció la forma de celebrarla considerando los padecimientos y crucifixión de Jesus, como un castigo divino por los pecados humanos cometidos. Jesús seria la victima de valor infinito , requerida por Dios para repararle y satisfacerle por la ofensa.
Esta forma de celebrarla privaba a la Semana de su significado primordial; en realidad Jesús fue espiado, difamado, perseguido y condenado a morir crucificado entre dos malhechores por haberse enfrentado a las autoridades que representaban y custodiaban la religión nacional, aliada con el poder civil de Roma, las cuales vieron en Jesús a su gran enemigo pues denunciaba pública y muy severamente su hipocresía y codicia junto con el atropello, desprecio y esclavitud de los más humildes , necesitados y explotados. Su denuncia era una amenaza intolerable que cuarteaba el sistema dominante.
Jesús no podía tolerar tamaña soberbia y falsedad y mucho menos que se procediera asi en nombre de Dios. El Dios, que El anunciaba era otro y no estaba dispuesto a transigirlo aunque le costara la vida.
No fue casualidad que Jesús nunca participara en ningún ritual religioso del templo, convertido , según El, por la clase sacerdotal en una cueva de bandidos.
2. ALTERNATIVA: recuperar la Semana Santa Originaria
El pueblo de Dios, todo el, es constituido sacerdote para vivir y continuar el sacerdocio de Jesús, único existente en la Iglesia. Dicho sacerdocio no necesita de templos ni de ritos especiales que repitan sin cesar el sacrificio espiatorio de Jesús para satisfacer al Dios ofendido.
Al igual que Jesus, tal sacerdocio se ejerce en la vida misma, cada día, en sus múltiples actividades, siendo ellas como el templo y altar, en que cada ser humano se proyecta, guiado por la gran ley que lo resume todo: “Ama a Dios y al prójimo como a ti mismo”. Lo cual supone que en todo nuestro obrar, -laboral, social, cultural, político , atendemos a los más despreciados y oprimidos, como iguales y hermanos, con el mismo respeto y amor que a nosotros mismos.
Sacerdotes como Jesús, realizamos así en todo momento, lugar y actividad, nuestra solidaridad y defensa, a favor de los más desechados y oprimidos.