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Pregón de Navidad: “Tenéis que nacer de nuevo” (Jn 3,7) -- Rufo González

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Hermanos: “os anuncio una buena noticia, que será de gran alegría para todo el pueblo:
os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor” (Lc 2, 11).

Este año nos sentimos más “pueblo que camina en tinieblas…,
que habita en tierra y sombras de muerte” (Is 9,1);
Este año sentimos con especial crudeza:
“la vara del opresor, el yugo de su carga,
el bastón de su hombro, la bota que pisa con estrépito
la túnica empapada de sangre” (Is 9,3-4).

La Covid-19 ha acrecentado nuestro desorden:

ha infundido más miedo a salir y entrar, a hablar y escuchar;

está impidiendo el trabajo y acercando la miseria;

viene sembrando cansancio, dolor, impotencia, muerte.

Sigamos rebuscando palabras de consuelo:

“Pues, todo lo que se escribió en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra,

a fin de que a través de nuestra paciencia y del consuelo

que dan las Escrituras mantengamos la esperanza” (Rm 15,4).

“Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo:

tu vara y tu cayado me sosiegan” (Sal 23,4).

“No temas, gusanillo de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio…” (Is 41,14).

“¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,

Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo

que nos consuela en cualquier tribulación nuestra

hasta el punto de poder consolar nosotros a los demás en cualquier lucha…!” (2Cor 1,3-4).

Repitamos diariamente la llamada de Jesús:

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28).

Sintamos la Providencia en la buena gente:

“Maravillosamente protegidos por poderes bienhechores,

esperamos confiados lo que venga.

Dios está con nosotros mañana y noche

y ciertamente en cada nuevo día” (poema de Dietrich Bonhoeffer);

“poderes bienhechores” son el Servicio Público de Salud,

sus profesionales, “manos largas” divinas;

nuestros familiares y amigos, vigilantes y cuidadores;

los científicos que calientan la esperanza de superación;

la vacuna cercana, que sostendrá muchas esperanzas.

El nacimiento de Jesús sigue siendo “Buena Noticia,

gran Alegría para todo el pueblo”:

no “todo pueblo” tiene nuestro “servicio de salud”;

no “todo pueblo” tiene profesionales adecuados;

parte del pueblo vive en pobreza extrema (26% de los españoles);

siguen en pie las vallas para quien viene pidiendo ayuda;

los desiertos africanos y el Mediterráneo almacenan muertos;

las catástrofes naturales siguen más duras para los mismos…

El desajuste mundial se ha agudizado en su magnitud:

el mercado libre no suprime el hambre y la injusticia;

las conductas humanas siguen esclavas de la fuerza bruta;

nuestra sobreabundancia impide ver las mesas vacías;

nuestras iglesias carecen de coraje para compartir sus bienes;

confiamos poco en el Espíritu de Jesús…

La Navidad nos convoca a “nacer de nuevo” (Jn 3,7):

“no hay pandemia, no hay crisis, nos ha recordado el Papa,

que pueda apagar esta luz” (Angelus del 06.12.2020);

más allá de la pandemia, sigue en pie el abrazo del Espíritu del Jesús:

abrazo a todo ser humano;

abrazo libre en favor de la dignidad personal;

abrazo de heridas y fracasos;

abrazo de derechos y deberes humanos;

abrazo compasivo, cordial, lleno de ternura;

abrazo gratuito, comprometido, que cuida y alegra.

Digamos convencidos: “¡Ven Señor Jesús!” (Ap 22.20):

sintamos la llamada: “tenéis que nacer de nuevo” (Jn 3,7);

intuyamos “un cielo nuevo y una tierra nueva”;

descubramos “la morada de Dios entre los humanos”;

creamos: “mira que hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,1.3.5)

Soñemos otra normalidad posible:

“Mirad: voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra…

Regocijaos, alegraos por siempre por lo que voy a crear:

ya no se oirá en ella ni llanto ni gemido;

ya no habrá allí niño que dure pocos días,

ni adulto que no colme sus años,

pues será joven quien muera a los cien años…

Antes de que me llamen yo les responderé,

aún estarán hablando, y ya los habré escuchador” (Is 65,17-20.24).

Navidad nos trae el Espíritu de Jesús:

“Como el Padre me ha amado, así os he amado yo;

permaneced en mi amor.

Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros” (Jn 15,9.11).

“Dejemos entrar en nuestro corazón la luz de la Navidad:

tomemos la mano de quien lo necesite,

de este modo Jesús nacerá dentro de nosotros” (Angelus del 06.12.2020).

“El mismo Señor… viene ahora a nuestro encuentro

en cada persona y en cada acontecimiento,

para que lo recibamos en la fe y, por el amor,

demos testimonio de la espera gozosa de su reino” (Prefacio I/B de Adviento).

Salgamos, pues, a los caminos de la vida a hacer Navidad:

– dando comida y vestido, salud y trabajo, educación y cultura;

– saneando la democracia, votando libremente a los más sabios y mejores;

– participando en actividades en favor de los más débiles;

– arriesgando para ser sal y fermento de fraternidad;

– ayudando a nacer, a vivir y a morir con dignidad…

Besemos la imagen del Niño en los más débiles y enfermos:

marginados y excluidos de la sociedad y de la Iglesia;

heridos y desfigurados por el hambre y la incultura;

víctimas de la barbarie y el fanatismo…

¡Feliz celebración del Nacimiento del Hijo de Dios y del Hombre!

Leganés, 24-25 diciembre 2020

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